A veces uno se pregunta si Cristina Fernández de Kirchner será un holograma. Es más, otras veces uno traslada esa duda a todo el kirchnerismo. Rápidamente la mente regresa a la constatación del mal que la ex presidente y ese conjunto de voraces perseguidores del poder le han hecho al país y se da cuenta que no, que tanto ella como sus secuaces son una triste realidad.

Pero la duda -aunque sea por milisegundos- surge porque todas las iniciativas de ese engendro político que es el kirchnerismo (una pátina cada vez más perfeccionada para vender desde la ideología y la demagogia una cobertura ideal para el robo y la comisión de otros delitos gravísimos) apoya todas sus iniciativas en inventos, embustes y mentiras de una dimensión cada vez más grosera, como si el volumen del engaño tuviera que aumentar como debe aumentar la dosis de una droga para seguir produciendo los mismos efectos que antes se lograban con menos dosis.

Ahora, una legión de pegadores de afiches salió a inundar Buenos Aires con una pegatina en la que aparece la ex presidente haciendo la “V” de la victoria con la leyenda “Proscripción un carajo, Cristina 2023”.

Alguien debería avisarle a la señora y a sus fanáticos cabezas de termo que sobre la persona de la vicepresidente no pesa ninguna proscripción: Cristina Fernández de Kirchner puede presentarse a cuanta elección quiera, sea legislativa, presidencial o para dirigir a Boca. No tiene ninguna restricción ni prohibición.

Sin embargo, el machaque cotidiano sobre un hecho completamente falso, inventado, trata de transmitir la idea subliminal de que “fuerzas antipopulares” están proscribiendo a la ex presidente. Es más, fingen un enojo chauvinista por la vía de agregarle la palabra “carajo” a su arenga, como si lo que se estuviera construyendo fuera una enorme marea de resistencia popular a la iniciativa de una corriente cipaya.

Quizás estos descerebrados deberían dirigir su reclamo a la propia vicepresidente que quiere disimular, bajo la careta de una mentira pública y autoevidente, lo que es su propia decisión de no competir, porque sabe que pierde.

Fiel a su vocación delincuente el kirchnerismo también decidió robar la popular canción “Muchachos” que, como un estandarte de aliento, perteneció a todos los argentinos durante el Mundial de Fútbol de Qatar.

Usando la música de ese tema, adaptó una letra que resume este nuevo capítulo del relato. Esta es otra de las características permanentes del kirchnerismo: tiene como objetivo engañar a todo el mundo pero al mismo construye mensajes que  -para quien los quiera entender- revelan la naturaleza y la genética del embuste: es como esos psicópatas que dejan mensajes encriptados que revelan cuáles serán sus próximos crímenes.

La versión “Muchachos” del kirchnerismo recargado dice así:

En Argentina nací
Tierra de Perón y el Che
De los desaparecidos
Que jamás olvidaré

No te lo voy a explicar
Porque vos ya lo sabes
A los garcas vendepatria
Cuantos años soporté

Y aunque eso no terminó
Nuestro sueño siempre está
Con Cristina y los perucas
El gobierno popular

Morocha…
Ahora nos queremos ilusionar
Que vayas por la tercera
Y vuelvas a gobernar

Y a Néstor…
En el pueblo lo podemos ver
Con Perón y con Evita
Cantan “vamos a volver”

A ver, vayamos por parte, porque el material que hay aquí es riquísimo.

En primer lugar, este nuevo himno del relato confiesa su admiración por un fascista, facilitador del exilio nazi en la Argentina y por un asesino al que llamaban “El Carnicero de la Cabaña”, que le confesó a su padre -en una carta escrita desde Cuba- que, de repente, había descubierto el erótico placer de matar.

Luego habla de la generación de argentinos que llevó al país a una guerra interior sangrienta en donde murieron gratuitamente miles sin siquiera saber por qué (hombres, mujeres y chicos; ricos, pobres, trabajadores, comerciantes, policías, jueces, bebés, en fin, la lista sería enorme) y que, en muchos casos, ahora se reconvirtieron a políticos, luego de cobrar millonarias indemnizaciones en dólares.

Seguidamente se refiere a los “garcas vendepatrias” señalando seguramente a todo aquel que no piense como ellos tomando el demagógico camino de envolverse en la bandera argentina y acusar, desde un nacionalismo vacío, de estar en contra de los intereses del país a todos los que se opongan a sus objetivos y a todos los que, por ejemplo, son partidarios de darle a la Argentina -como alguna vez ya la tuvo- una organización que reproduzca los sistemas que, en el mundo, han sido probados como los que mayor y mejor nivel de vida entregan a la gente 

¿Y si uno, con el mismo criterio, los acusara de “garcas vendepatrias” a ellos por robarle el dinero del bolsillo a los argentinos; por ser dueños de fortunas que no pueden explicar, de extensiones de tierra que adquirieron sin que su patrimonio blanco lo justifique; por propiciar la entrega de territorio nacional a invasores extranjeros; por haber puesto de rodillas al pueblo que no tiene la suficiente autonomía para decidir libremente porque con sus políticas de embrutecimiento y de hambre lo convirtieron en un dependiente del gobierno? ¿Qué dirían?

Después se refiere al “gobierno popular” ¿Será el gobierno popular que envió a la miseria al 60% de los chicos menores de 14 años, que hundió en la pobreza a la mitad del país, que llevó la inflación al 100%, que endeudó al país a una tasa récord nunca antes vista? ¿Será el gobierno popular que materializó la extinción del asado y de otros placeres mínimos, el que hace que en el conurbano gente que tiene trabajo coma una sola vez al día y viva rodeada de barro y acechanzas tremendas? ¿Será ese gobierno popular?

El estribillo está dedicado a “la morocha” a quien le piden que vuelva a gobernar, como si lo que estuviera ocurriendo ahora no fuera el gobierno de la señora que, con sus golpes de rebenque, es la verdadera dueña del poder. Quizás en esta parte sea donde la idea del holograma vuelve a cobrar fuerza: el plan parece consistir en llevar a la mente de la gente la idea de que entre diciembre de 2019 y hoy no ocurrió nada y que lo que se viene es un link directo entre la “dictadura” de Macri y el nuevo kirchnerismo, tal como lograron en gran medida hacer en los 2000: entre los militares y Kirchner simplemente no había ocurrido nada; Néstor fue el verdadero restaurador de la democracia, el que se la ganó con su epopeya a los golpistas.

La rúbrica del “vamos a volver” (sin olvidar el consabido pasaje necrofílico por Perón y Evita) no es otra cosa más que un refuerzo a la idea de que lo que hoy tiene el país no es kirchnerismo sino otra cosa.

Uno se pregunta hasta cuándo algunas porciones de argentinos serán tan pelotudos. Obviamente no me refiero a los que están prendidos en la trenza, en sus distintos estamentos (desde los idiotas que pegan carteles en la calle hasta los jerarcas que se la están llevando toda): esos la tienen clara y, al grito de “Argentina, Argentina”, siguen afanando -cada uno en su dimensión- a cuatro manos.

Yo me refiero a la pobre gente que no tiene para comer y que aún cree que “si no estuviera Cristina” perdería todo lo que tiene. ¡¡Hermano, no tenés nada!! ¡¡Te han convertido en un zombie!! ¡¡Qué más querés que te hagan!! ¡¡Vivís en el barro, tus chicos no pueden ir al colegio, te acecha la droga!! ¿Qué más querés que te pase? Seguro que también crees que alguien nefasto proscribió a tu líder. No. Lamentablemente, tengo malas noticias: tú líder podría hacerse cargo de haberte destruido, pero no lo va a hacer: a ella le importas un bledo. Solo te cuenta como un engranaje, como un mísero tornillo de la maquinaria que le permitió enriquecerse. No vales nada, si no fuera porque podes votar. Es lo único que le importa. Aunque a veces para usar tu voto deba convertir la realidad en un holograma.