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El daño kirchnerista a flor de piel

Lamentablemente muchas cosas ocurrieron entre el punto final de nuestra columna de ayer y este comienzo de hoy.

Todo lo que se había vivido entre el domingo y el lunes hacían presumir lo peor para el martes. 

La organización del festejo por la obtención del tercer Mundial de fútbol quedó en manos de improvisados y de gente cuya máxima aspiración era especular políticamente con la popularidad de los jugadores pero que, en ningún momento, parecieron preocupados por su seguridad, por la seguridad de la gente y por la sincera voluntad de encontrar una forma civilizada de que la Selección pudiera ofrendar la Copa al pueblo.

Todo ese cóctel explosivo acabó estallando en un aquelarre de destrozos, de furia inexplicable y de desbordes que terminaron con más de 300 heridos, un muerto confirmado y otra persona que, mientras esto se escribe, se debate entre la vida y la muerte.

Los jugadores debieron ser evacuados en helicóptero después de haber completado un recorrido en línea recta de poco más de 15km en más de cinco horas.

Si contrastamos eso con la aspiración de completar un círculo de 120km que se tenía el día anterior (mientras el vuelo que los traía de vuelta cruzaba el océano) se podrá tener una idea aproximada de lo lejos que se estuvo de cumplir con las expectativas.

Muchos de los que habían optado por ir con sus autos hasta las inmediaciones del predio de AFA en Ezeiza para pasar la noche allí y tener cerca al micro cuando el plantel saliera, se encontraron con los chasis de sus autos apoyados contra el piso porque les habían robado los neumáticos. Se trataba de una primera señal que avisaba que la Argentina marginal no descansa y no pierde oportunidad para transformar cualquier situación -aún la más festiva- en un problema.

Mientras tanto las imágenes que llegaban desde el Obelisco de la Ciudad de Buenos Aires no hacían otra cosa más que elevar el nivel de preocupación. 

En primer lugar, no había que ser muy ducho para darse cuenta que no había un solo lugar libre para que el micro del Seleccionado pudiera circular. Nadie pensó en armar una pasarela ordenada para que todos pudieran saludar el paso triunfal de los campeones.

Si el gobierno de la Ciudad (aunque nunca se tuvo en claro quiénes eran los responsables de la “organización”) tuvo en algún momento esa idea, seguramente alguien les recordó que serían etiquetados como el gobierno que “separa con vallas al pueblo de sus ídolos”.

¡Qué gran viveza la de los “nacionales y populares”: su extrema demagogia llevó a que nadie en ese lugar pudiera verlos!

Lo que se vio en el poco recorrido del ómnibus fue dantesco. Al lado de gente que quería celebrar genuinamente en familia, con chicos en brazos y gente mayor al rayo del sol, también hubo quienes caían de la copa de los árboles a los que se habían trepado, de improvisados mástiles que se vencían y caían al piso, con personas y todo, sobre la humanidad de otros que los miraban desde abajo. Otros empezaron a tirarse al interior del micro que llevaba al plantel desde los puentes de la autopista Ricchieri. Uno de ellos pegó primero en la baranda trasera del vehículo y cayó finalmente al pavimento.

En la 9 de Julio se notaba que el clima estaba dominado cada vez más por la influencia del alcohol y de la droga. Desde mujeres completamente desnudas hasta monos que saltaban en el techo de los kioscos de diarios y revistas hasta destrozarlos, se vio de todo.

Algunos comenzaron a prender fuego al ornamento “BA” que se encuentra en la Plaza de la República, mientras otros caían desde lo alto de ese mismo adorno para estrellarse contra el piso.

A esta altura la reja que protegía al Obelisco había sido completamente arrancada y la puerta de acceso (que había sido soldada el día anterior) fue violentada con la fuerza bruta de una masa para dar paso a una horda que trepó hasta la cima del Monumento en señal de triunfo.

Otros habían tomado los techos del Metrobús como una especie de palco privilegiado y con sus saltos destruyeron todos los paneles de energía solar que alimentan los indicadores electrónicos de las paradas. Otros muchos rompieron los acrílicos que indican los nombres de las estaciones y que dividen el sentido Sur del sentido Norte.

Uno se pregunta de dónde viene tanta saña, tanta necesidad de romper y de reducir a la fealdad de las villas miseria lo que tanto costó levantar y tanto cuesta mantener. Parecería que una fuerza indomable dirige a algunos a querer llevar a todos a vivir en la misma mierda en la que el populismo los acostumbró a vivir a ellos.

Se quiera o no ese mismo populismo racista quiere aprovechar las raíces del fútbol para convertir a este deporte de todos en un deporte de clases.  Ese esfuerzo es muy evidente en el más rancio kirchnerismo.

Mayra Mendoza -la camporista intendente de Quilmes, que enfrenta cuestiones en la Justicia por desviar fondos del pueblo hacia inversiones personales en Miami, Florida- escribía en Twitter que el triunfo en Qatar era el triunfo “de los vulgares,  de los sudakas y de los subestimados” en una clara maniobra para intentar enfrentar a los “pobres” con los ricos como si el fútbol fuera eso en lugar de un deporte en el que lo que vale es el mérito, el esfuerzo y el planeamiento inteligente.

Esa intención subliminal subyace detrás de cada mensaje de los personeros del gobierno. Un “periodista” de la TV pública, una vez que se confirmó que el plantel no iba a ir a la Casa Rosada, acusó a los jugadores de “desclasados” porque teóricamente habían olvidado su condición de “pobres” al codearse con la abundancia europea.

Mientras, el ataque final al Obelisco se estaba gestando en el centro de Buenos Aires.

Cuando ya caía la noche y los jugadores hacía rato que se habían ido a sus casas, la policía de la Ciudad inició un operativo para liberar el Obelisco de los marginales que habían tomado el interior del monumento para drogarse y también para vender droga.

La respuesta fue una lluvia interminable de botellazos que dejaron sembrada la Plaza y parte de la Avenida 9 de Julio con cientos de kilos de vidrio en una réplica de las 14 toneladas de piedras al Congreso en 2017. Más de 10 policías terminaron heridos por ese ataque. 

En medio de ese tumulto se pudo ver el biotipo social que estaba protagonizando el escándalo: borrachos perdidos de toda lucidez, drogados que no tenían la más mínima noción de la realidad, zombies que reían sin saber de qué.

En medio de ese tumulto, el audio de la televisión dejó escapar un grito: “Aguante Cristina, loco”.

Efectivamente, allí estaba condensado el experimento social de veinte años de kirchnerismo: un conjunto humano sin futuro, que vive porque el aire es gratis, que no quiere trabajar y que no estudia porque se le dijo que el mérito y el esfuerzo no sirven para nada.

Esa ameba cree que el fútbol es de ellos porque es el deporte de los pobres, de los vulgares, de los sudakas, de los subestimados. Cree que el pobre puede delinquir, destruir, robar y violar sistemáticamente la ley porque un manto de impunidad desciende desde sus carencias.

De eso los convencieron los mensajes que, como un picasesos, bajaron los Kirchner y el pobrismo peronista y católico de Bergoglio durante décadas.

El resultado de ese lavado gigantesco de cerebros es esta pauperización social que quedó descarnadamente expuesta en el regreso de la Selección al país.

Levantar esta verdadera hipoteca será un trabajo titánico. Las cuestiones económicas pueden abordarse con mayor o menor maestría. Pero este desastre sociológico tiene una profundidad de tal magnitud que costará muchos años poder revertir.

Por Carlos Mira

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4 thoughts on “El daño kirchnerista a flor de piel

  1. Andrés

    Aristóteles ya le hubiera enviado un whatsup a Filippo.
    Me ponen muy triste todas estas noticias.

  2. Ricardo Rodolfo

    Muy claros y ciertos sus conceptos Sr Mira, lo que nos pasa es consecuencia de más de 70 años de peronismo y de la incapacidad de nuestros dirigentes políticos.

  3. Marta Viviana de Miguel

    Excelente nivel la nota del Sr MIRA, tanta claridad de conceptos y capacidad de síntesis sorprende y a la vez destroza nuestra alma saber que entre todos hemos logrado que esta orda de ignorantes nos represente ante un mundo sorprendido con la bruralidad y furia en su máxima expresión..mi corazón llora con decepción la carencia absoluta de políticos que verdaderamente se pongan firmes ante tanta brutalidad y actúen sin temor al populismo arraigado que ha destruido nuestra esencia como pueblo educado .

  4. deleatur

    Todavía hay quien cree q el país va a aguantar lo suficiente como xa q este desastre social pueda revertirse… y que podrá revertirse (!) Están viendo q es “game over” y siguen creyendo en el “futuro”. Inexplicable.

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