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Una elección binaria

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La elección que se avecina tiene todos los rasgos de ser una elección simplemente binaria: entre el bien y el mal, a brocha gorda, sin finezas; verificada al solo efecto de dar una señal terminal a un proyecto esquizofrénico que lleva el molde de la persona que lo encarna: alguien que tiene seriamente afectado el sentido de las proporciones y de los vectores que distinguen el bien del mal y la verdad de la mentira.

En efecto, el gobierno de Cambiemos podrá estar haciendo las cosas de un modo muy lento, exasperantemente gradual para muchos, pero no hay dudas de que estamos en presencia de personas que con los elementos de que disponen están tratando de lograr, al mismo tiempo, objetivos contradictorios: reducir el enorme agujero fiscal que dejó la irresponsabilidad de Fernández y bajar la presión de los impuestos que asfixian la actividad económica.

Más allá de los slogans prefabricados, si hay algo que no ha sido Macri es ser un presidente “ajustador”: al contrario las cifras de gasto social se han incrementado y las tarifas se han sometido a un cronograma extendido de aumentos antes que buscar un equilibrio inmediato y matemático de los números.

La Sra. Fernández apuesta su futuro político a la generación del caos. En eso basa su estrategia para zafar de la Justicia y seguir en libertad a costa de la gente; usando a la gente como salvoconducto hacia una vida protegida por los fueros.

Nada de los que ocurra en las calles de la ciudad de Buenos Aires y o en el conurbano bonaerense de aquí a octubre en materia de violencia, enfrentamiento, destrozos o incluso heridos podrá independizarse de las órdenes dadas por la jefa de la banda delictiva que gobernó el país desde 2003, tal como la Justicia dio por probado y hecho por el cual está procesada.

Ningún hecho por mínimo que sea se dejará pasar por alto. Si es un jubilado con un profundo estado depresivo, muy lejos de tener problemas económicos causados por sus ingresos de retirado, se suicida frente a la ANSES pues se declarará una huelga en “protesta por el plan de exterminio” que Macri tiene preparado para la gente de avanzada edad.

No importará ni los hechos reales, ni la palabra de la Justicia que actúa en la causa: la imagen que la jefa ordenó trasmitir es que al jubilado lo mató Macri.

Por eso decimos que esta elección es binaria, entre el bien y el mal, porque hay que ser muy mal parido para utilizar políticamente un drama personal como el que ocurrió en Mar del Plata. Hay que ser lo que son: canallas.

También fue Fernández la que ordenó la avanzada sobre el Ministerio de Desarrollo Social con fuerzas de choque comandadas por quienes eran sus aliados en La Cámpora y en la Tupac Amaru.

No resultó extraño identificar entre los protagonistas de esos hechos a quien en los últimos días de la administración de Fernández “retiraba” de una ventanilla de un banco en Jujuy una millonada de pesos que luego metía en el baúl de un auto perteneciente a la organización de Sala, la socia en el NOA de la jefa de la banda.

También habrá que estar atentos a los sucedáneos de hechos como el que se vivió en la avenida 9 de Julio antes de ayer. La palabra “represión” y el burdo intento de vincular al gobierno democrático con la dictadura serán otro de los típicos caballitos de batalla de los delincuentes que aspiran a regresar para seguir saqueando el país.

Cuando escuchemos eso, deberemos estar muy claros en que efectivamente todo hecho de violencia será reprimido para restaurar el orden de la ley. Es más resulta inexplicable que quienes hayan protagonizado los disturbios del miércoles no estén detenidos y hayan sido liberados no se sabe en base a qué vericueto legal.

Otra de las palabras a las que deberemos estar atentos es la palabra “hambre”. Mientras el gobierno de la jefa de la banda multiplicó exponencialmente (300%) la población en villas miseria en el país y no fue capaz de encarar una sola obra hidráulica o sanitaria que evitara inundaciones, diera agua potable o servicio de cloacas a los pobres que decía defender, ahora hay que hundir millones de dólares bajo tierra para recuperar todo ese tiempo perdido. Y naturalmente la profundidad del daño hará que la recuperación de semejante tsunami sea muy lenta.

El gobierno necesita encarar un programa de profundas reformas que involucren el apoyo legislativo. Quizás el aterrizaje forzoso de Fernández en el Senado (entrando por la minoría en la provincia de Buenos Aires gracias al adefesio de la reforma constitucional del ’94) produzca la paradoja de un peronismo razonable (Pichetto, Massa, quizás hasta Randazzo) que, para distanciarse del eje del mal, pueda enhebrar con el gobierno acuerdos cruciales en áreas en donde se necesitan reformas urgentes como las leyes laborales, impositivas y previsionales.

Por eso lo que enfrentamos en octubre es solo opciones entre “ceros” y “unos”. El país no puede regresar a la locura radicalizada bajo la apariencia de creerse el verso de que eso es “popular”. Popular es hacer que el pueblo viva bien, que tenga agua, cloacas, condiciones de vida digna y posibilidades de ascender socialmente y donde la ley se respete. No es bancar a una mafia que viene a espoliar a la nación para llenarse de oro sin poder explicar un céntimo de los que tienen.

Por supuesto que hay gente resentida que es impenetrable a este razonamiento. De ellos también deberá apiadarse las nueva Argentina cuando termine de renacer y dejar atrás una de las etapas más siniestras de su historia. Pero hoy hay que apelar a la gente a aun tiene una luz de razonamiento y que no puede dejarse arrastrar por la acción del MAL.

Al MAL hay que vencerlo, doblegarlo, destruirlo. Nada que se origine en el embrión de su odio nos llevará a buen puerto.

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