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Por el fascismo o en contra de él

Muchos kirchneristas se regodeaban anoche al ver a la gente alrededor del Monumento a la Bandera, en lo que fue una nueva apropiación partidaria de un símbolo de todos. Como ellos se asumen el todo creen que pueden apropiarse legítimamente de lo que en realidad le pertenece a la Argentina.

Para ellos “la Argentina” son ellos, como acaba de admitir Peteco Carabajal: “Cualquier persona que se considere argentino no puede votar a Macri”. Son fachos. Eso es lo que son. Y eso es lo que está sobre la mesa el domingo y en las siguientes elecciones: una disyuntiva entre la democracia y el fascismo.

La Argentina, efectivamente, elige entre la vigencia de un orden republicano o el restablecimiento del patoterismo fascista del “ir por todo”. Y atención que con los errores tácticos que cometieron en su período anterior para conseguir ese objetivo, esta vez no los van a volver a cometer: esta vez sí van a instaurar una dictadura de la prepotencia y de venganza para arrasar con todo lo que no sea “su” todo.

Vienen a apropiarse de la patria; vienen a instaurarse a sí mismos como el sinónimo de la patria, vienen a perseguir, a incriminar, a callar, a llevarse por delante todo lo que no sea de su color. El vamos por todo esta vez será cierto, no una mera advertencia.

Quien no tenga clara la instancia que se dirime el domingo y en las siguientes elecciones evidentemente no tiene idea de lo que hay en juego. El país puede convertirse en una dictadura populista de consecuencias gravísimas para la libertad. La libertad está en juego. La vida está en riesgo. La permanencia de la Argentina dentro de un orden de civilización se juega a cara o cruz en la elección más vital para la república de que se tenga memoria.

Ese muchedumbrismo que vimos anoche apoderarse del Monumento a la Bandera es el mismo que se aglomeraba para vivar a Mussolini o a Hitler. Es el mismo que se aglutina hoy para gritar por Maduro. La masa fascista que puede poner en riesgo a la Argentina estaba allí.

La fascinación argentina por la masa amorfa es la misma que animó al fascismo europeo de mitad del siglo pasado. El problema con la Argentina es que ese desfase cronológico con lo que ha ocurrido en el mundo desde los años ’40 hasta hoy parece no haber tenido efecto sobre una parte muy importante del país.

Esa parte de la sociedad sigue adorando a un capitoste que gobierne según su voluntad, que tenga todo el poder en su puño y que prometa librar batallas contra los poderosos que oprimen a los pobres.

Es el mismo discurso de Benito y de Adolf: “Ellos son los que nos arruinaron: aquí vengo yo a salvarlos. Yo soy la “Italia”, yo soy la “Alemania…” “Nosotros somos la patria”. Fachos. Pura y simplemente fachos.

Una vez más la Argentina se halla ante una elección “en contra de”. Sí, señores: esta es una elección en contra del fascismo. Es lamentable que algunos protagonistas no lo hayan entendido y que hayan interpuesto sus egos personales (sin destino, por otra parte) a los que debería preocuparnos a todos como argentinos. Debemos parar al fascismo; debemos detener el intento de copamiento del Estado por una banda de delincuentes que han encontrado en la política el disfraz adecuado para robar con el respaldo del voto. Basta ya de esta mentira; basta ya de colocar en los sillones del poder a quienes deberían estar en el banquillo de los culpables.

La Argentina no puede cometer un error de dimensiones colosales, del que probablemente ya no regrese. Si el fascismo copa el gobierno ya no nos lo podremos sacar de encima nunca más. El país se habrá despedido para siempre de la órbita terrestre: comenzará a girar en aquella que han tenido siempre los populismos: la violencia, la miseria, las pendencia y el atropello.

Detrás de todos los disimulos a los que han podido echar mano para ocultar su verdadera cara (más allá de los desboques sincericidas que, de todos modos, no han podido evitar: Brieva, Giardinelli, D’Elia, Carbajal, Risso y tantos otros que no han hecho otra cosa que decir lo que de verdad esperan) se encierra lo que siempre significó el fascismo: persecución, terminación de la libertad, rotular como enemigo al que piensa diferente, apropiación de la patria y de sus símbolos, robo, enriquecimiento de la casta gobernante a costa del pueblo, enfrentamiento de unos contra otros. Eso es el fascismo y eso es lo que son.

La elección del domingo y las subsiguientes tienen dos boletas: la del fascismo y la de la libertad. Se vota por el fascismo o en contra de él. Es tan simple y tan dramático como eso. 

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