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Otro que se rinde

Hace unos días en estas mismas columnas, después de que un sector del sindicato de actores, llamó a una concentración bajo el lema “La Patria no se Rinde”, decíamos que ese era, justamente, el problema del país: que no se rinde; que no se rinde no solo ante las evidencias de su propio fracaso, empleando sus propias fórmulas, sino que no se rinde ante la demostración cabal de cuáles son las recetas que tienen éxito en el mundo.

La palabra “rendirse” parece ser muy fuerte para algunos naZionalistas (la Z en mayúsculas es a propósito) porque creen que es poco menos que pecaminoso hablar del propio país en esos términos, pero se olvidan de que hay muchos países que se han rendido, empezando por la Unión Soviética y China y siguiendo por toda la Europa Oriental, Vietnam, Camboya (que asesinó al divino botón como todo buen comunista, millones y millones de personas en busca del “hombre nuevo) y decenas de otros que ya han visto la luz del sentido común.

Ahora hay otro país que inicia, como mínimo, un tímido camino de rendición. Se trata de un país emblemático en el sentido de que, hasta ahora, se ha mostrado como un bastión irreductible frente al “imperialismo” la “globalización” y el “capitalismo”; un país que se mostró orgulloso de morder el polvo de la miseria si ese era el precio que debía pagar, justamente, por no rendirse.

Pero nadie es tan estúpido por siempre. Nadie se pega un tiro en pie por toda la eternidad. Casi 60 años de castigo comunista que convirtieron a Cuba en una foto anquilosada y estática del pasado, como si el tiempo se hubiera detenido allí para siempre, como si la materia disponible en 1959 tuviera la propiedad química de mantenerse inmutable hasta hoy, han sido suficientes para decir basta.

Si bien con la casta privilegiada -que sigue manteniendo su bota sobre la cabeza del pueblo- aún incrustada en el corazón del poder, han anunciado el camino hacia una nueva Constitución que elimina de su texto la palabra “comunismo” y que acepta la propiedad privada.

Para llegar  a esta conclusión -los capitostes, que se dieron el lujo de vivir como los monarcas de las oligarquías medievales a costa de la miseria del pueblo durante 60 años- asesinaron a millones de inocentes; enviaron a la muerte a miles de desesperados que se lanzaban a las aguas del estrecho de la Florida con el único objetivo de escapar de tanto oprobio e intentar llegar a las costas de la Libertad en Key West, a solo 90 millas al norte,  tan cerca y tan lejos; encarcelaron y torturaron a cientos, sin juicio sin defensa por el solo hecho de considerarlos enemigos de la “revolución”.

La “revolución” fue una plaga. Como todo perdedor de cuarta, le echó la culpa a otro. Tuvo bastante éxito en divulgar la mentira del “bloqueo” norteamericano, pretendiendo trasmitir la imagen de que media armada de los Estados Unidos estaba permanentemente “rodeando” la isla para que nadie pudiera comerciar con ella y así matarla de inanición.

Nada de eso, claramente, fue cierto. Cuba tenía abierta la posibilidad de intentar hacer lo que sus lumbreras pudieran con el resto del mundo. El embargo nortemaricano (porque ésa era, técnicamente, la medida tomada por Washington) solo le impedía vender su productos en los Estados Unidos. Pero Cuba podría haberlo hecho con el resto del mundo si es que hubiera tenido algo que ofrecer. El problema es que su sistema, su “revolución comunista”, no fue nunca capaz de producir -como ocurrió en todo el mundo- una docena de huevos en tiempo y forma. Con lo cual se  murió literalmente de hambre, con sus mujeres prostituyéndose por un plato de frijoles. Resulta hasta paradójico que uno de los pilares “morales” de la “revolución” haya sido, justamente, la rebelión, contra la idea (falsa por supuesto) de que la isla era el prostíbulo norteamericano.

Contra toda esa enorme tontería  (que lamentablemente le costó al mundo millones de muertos -de hecho quizás nunca se sepa con exactitud cuanta gente mató el comunismo-) se esta empezando a “rendir” Cuba.

¿Que dirá Gerardo Romano o Carolina Papaleo frente a esta realidad? De haber reunido en una plaza de La Habana a cientos de personas para proponerles “no rendirde” probablemente se hubieran ligado una andanada de insultos. Imagino a esos cubanos gritándoles “¿Por qué no venís vos a vivir acá?”, “¿Por qué, si estas disconforme con lo que ocurre en la Argentina y crees que nosotros somos el desideratum de lo que crees, no te venís para acá, a ver qué opinas?”

Resulta francamente patético ver a esos personajes de baja categoría que se venden a sí mismos como “intelectuales” reclamar que la “patria no se rinda”, cuando ya todo el mundo va dándose cuenta de cuáles son los caminos que toman los países exitosos, aquellos que le hacen disfrutar a su pueblo de un nivel de vida digno.

La Argentina, víctima de este núcleo de impresentables, diseminados infortunadamente por varios de los centros neurálgicos del país, va camino de convertirse en algo así como en el último boludo. No sería extraño que luego de su encuentro con Trump y con su par de Corea del Sur, hasta Mr Rocketman (Kim Jong-un) se rinda dentro de poco y lo veamos a los besos con el CEO de Mc Donald’s.

Sería una condena merecida para un país que ha hecho de la envidia un modo lamentable de relacionarse con el mundo y de la rebeldía incausada un método de vida del que cree debe sentirse orgulloso.

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