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Si nadie se anima, los problemas continuarán

El gobierno está intentando salir de un pantano aplicando el mismo tipo de medidas que hicieron que termináramos en un pantano. Se trata de la perfecta definición de esquizofrenia: pretender obtener resultados diferentes haciendo lo mismo.

El modelo de darle al inflador del consumo mediante el aumento del gasto ha tenido una sola modificación respecto de la insania kirchnerista: ésta le daba a la máquina de impresión de billetes para financiar el aumento incesante del gasto y el gobierno de Cambiemos toma deuda. No es que haya detenido completamente las imprentas pero si les aplicó un freno notorio. Kicillof tampoco descansaba solo en la emisión de billetes falsos sino que endeudaba al Tesoro con entidades a las que nunca pensaba pagarles, como el BCRA y los fondos previsionales. Creía que como esos eran fondos públicos eran de alguna manera de él mismo; en su burrez asemejaba la situación a la de aquel que tiene el dinero repartido entre los dos bolsillos y cree que, naturalmente, la cuenta es una sola y el bolsillo izquierdo no le debe nada al derecho y viceversa.

Prat Gay cortó con esa mentira pero, aprovechando el arreglo con los holdouts y la confianza inicial que Macri despertó en los mercados exteriores, salió a colocar deuda a tasas de entre el 6 y el 8%

Nadie sabe cómo evolucionará ese mercado con la llegada de Trump. El presidente electo norteamericano basa su programa en un extensivo plan de obras de infraestructura lo cual significará una fuerte aspiración de dólares. Eso levantará la tasa de interés y, por lo tanto, nuestra búsqueda de dinero se tornará más cara.

Está claro que Macri lleva sobre sí el sino de ser un presidente no-peronista. El último presidente no-peronista que terminó su mandato en orden fue Marcelo T. de Alvear en 1928. A partir de allí nadie que ocupara la presidencia sin pertenecer al partido de Perón, logró terminarla. Una pista indiscutible para señalar, como en las novelas, quién ha sido el asesino.

Las elecciones del año que viene se convierten, por lo tanto, en vitales para Macri: sencillamente no puede perderlas. Él lo sabe y el peronismo lo sabe. Esta realidad ha convertido al Congreso en un festival de proyectos tendientes a aumentar el gasto: el peronismo para aparecer como el “buenito” que defiende a los pobres y el gobierno para que el consumo no se deteriore más de lo que ya se ha deteriorado.

En el principio, para colmo de males, el gobierno –influido por el consejo de Durán Barba y Marcos Peña- ocultó el verdadero estado del país. Bajo el argumento de que no querían que se pinchara el globo de la ilusión no hicieron público el desastre monumental que doce años del tornado “Kirchner” había producido en la Argentina. No hubo docencia, ni explicación, ni una voz razonable que fuera descarnadamente descriptiva de la situación en la que nos encontrábamos y, al mismo tiempo, encendiera la esperanza con un programa de  sacrificio nacional que, como resultado, nos condujera a un mediano y largo plazo mejores. Prefirieron que el goce inmediato que les entregaba el apoyo popular no se les escapara de las manos, plantándose como los aguafiestas que decían la verdad.

Eso enervó de un solo saque la posibilidad de implementar medidas  fuertes que atacaran el corazón de los problemas. El camino suave que se eligió en consecuencia no tardó en revelarse como la vía más segura para concentrar todos los perjuicios y no usufructuar ninguno de los beneficios de un plan de shock.

Al carecer las medidas de la envergadura que reclamaba el desastre oculto, el efecto residual del tsunami “Kirchner” continuó. Eso fue esmerilando el apoyo, el humor y la paciencia social sin que las medidas lograran producir algún efecto benéfico notorio. Y destaco la palabra “notorio” porque es posible que si el plan hubiera sido de shock en lugar de gradual, el salario real habría caído más del 40% y no 6 o 7% como cayó. Pero eso la gente no lo nota. Nadie se compara contra lo que “hubiese ocurrido” sino contra lo que ocurrió de verdad. Por lo demás, nadie se molestó en explicar esa diferencia o al menos no lo hizo con la enjundia que se hubiera precisado.

Mientras el gobierno no este decidido a salir a decir que hay que poner en marcha un plan completamente diferente a lo que se ha hecho comúnmente en la Argentina y que eso, aunque produzca un primer efecto negativo, servirá para estar muchísimo mejor luego, el país seguirá como hasta ahora. Una vez más: no se pueden obtener resultados distintos haciendo siempre lo mismo.

El gasto social del último presupuesto (el primero que Macri envía al Congreso) es record en la historia argentina. Ni la demagogia de los Kirchner llegó a tanto. Sin embargo, Cambiemos es “corrido por izquierda” como insensible y como “el gobierno de los ricos” por un peronismo incurable y por otros opositores que parecen muy sensatos pero que a la hora de proponer disparates no tienen límites, como el caso de Margarita Stolbizer que parece seguir creyendo que el trabajo es algo susceptible de ser creado por ley.

Desgraciadamente no hay “populismo bueno”. El populismo es un cáncer que hay que desterrar antes de que te mate. Pero la mente argentina fue arruinada hace ya mucho tiempo por el nacionalismo populista y va quedando demostrado que le resulta muy difícil abandonar esos atavismos que, de seguir así, terminarán destruyéndola por completo.

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