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La máscara de Alberto

El único punto que desconcierta (y hasta por ahí nomás) en el Frente de Todos es Alberto Fernández. 

Con todas sus contradicciones y actuaciones para la gilada, el único que conserva aunque sea un conjunto de palabras más o menos civilizadas es Alberto Fernández.

Pero el hecho de que él haya sido puesto en el lugar que ocupa por el dedo de Cristina Fernández de Kirchner, todo lo torna difuso, inseguro y poco creíble.

Es más, muchos creen -entre los que me incluyo- que lo único que no es verdad de todo lo que escuchamos del FDT es, justamente, lo que dice El candidato a presidente.

Alberto Fernández juega el papel de un mascaron “tragable” para los votantes típicos de Massa y para algún votante de Macri que esté furioso.

Más allá de que es una contradicción en los términos estar furioso con Macri porque no pudo resolver el desastre heredado del kirchnerismo y entonces, para mostrar la furia, votar al kirchnerismo, resulta obvio que la jugada de la jefa de la banda fue introducir un factor de ocultamiento de aquello que una enorme porción de la sociedad no tolera más: sus modales, sus maneras, sus métodos, sus fines, lo que de verdad quieren hacer, lo que de verdad se proponen, lo que de verdad representan y lo que en verdad son.

Todo eso debía ser tapado, ocultado, disimulado, escondido, solapado, camuflado.

Las órdenes emanadas desde el Instituto Patria, en ese sentido, han sido clarísimas: llamémonos a silencio, ocultemos a los D’Elia, a los Brieva, a los Giardinelli, a los Zaffaroni, a los Grabois, a los Moyano. Ocultemos a los Kirchner, ocultemos a La Cámpora. Que no hablen Maximo, De Pedro, Larroque. Que se callen todos, como si todos hubieran escuchado y obedecido al Rey Juan Carlos, cuando le pidió a Chavez en una cumbre Iberoamericana que cerrara el pico.

Muy bien: cerraron el pico. El único que habla es Alberto Fernández.

Pero lo que dice Fernández es un disfraz. Lo que vale es lo que no pueden controlar de Grabois en las redes, proponiendo irle a arrancarle la propiedad a quien la detente; lo que vale es lo que dice Giardinelli en FMs ignotas y que ellos creen que no escucha nadie; lo que vale es lo que quieren hacer D’Elia y Brieva; lo que vale es lo que dice Sola cuando habla del campo y del precio de los granos.

Esa es la verdad. Lo que se pretende callar es la verdad. Mientras Alberto Fernández, de traje y corbata, se refiere a Magneto como “Héctor”, ya están preparados los borradores para confiscar Clarín, siguiendo la teoría marxista de Kicillof según la cual toda la información debe ser suministrada por el Estado.

Mientras Alberto Fernández participa de seminarios democráticos en donde se escuchan todas las voces, ya está preparado el borrador de una nueva Constitución chavista que termina con el Bill of Rights argentino y, por supuesto con el derecho de propiedad y la libertad de expresión.

La verdad es Fernandez de Kirchner, el Instituto Patria, Grabois, Brieva, D’Elia, Giardinelli, Zaffaroni, Kicillof, La Cámpora, Máximo Kirchner. Esa es la verdad. Ahora esa verdad se oculta, se silencia. Y se silencia por expresa orden de la jefa de todo, y de aquella a quien solo obsesiona la venganza y la imposición del modelo que siempre tuvo en mente y por el que ahora se propone volver sin caer en las “debilidades” del pasado.

No habrá, en este segundo intento, dudas pusilánimes sobre aquello contra lo que hay que ir: se irá contra todo lo que se oponga a la imposición de una dictadura fascista.

Alberto Fernández tendrá dos opciones frente a esa realidad: obedecer los mandos naturales que lo pusieron en su lugar o jugarse la corajeada personal de decir “el presidente soy yo”. Se le reirán en la cara. 

Con las fuerzas de choque de las hordas del conurbano, el ejército otra vez en su versión “nazional y popular” y los camisas negras de La Cámpora rodeándolo como a un perro mal herido, Fernández deberá renunciar, acatar o morir (la Argentina ya vio morir a un fiscal molesto sin demasiadas explicaciones, no veo por qué el asombro)

La formidable tarea de camuflaje viene demostrándose exitosa. La suerte de la República solo yace en las manos de aquellos que estén dispuestos a correr el velo del silencio, la mentira, el ocultamiento y el disimulo y quieran ver la verdad verdadera. La verdad de los Kirchner de nuevo en el poder; la verdad de un fascismo recargado dispuesto a no fallar esta vez.

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