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Hay que parar esto ya

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Ayer el fiscal Jorge Di Lello imputó al Juez Claudio Bonadio y al presidente del BCRA, Federico Sturzenegger, por “administración infiel en perjuicio de la administración pública, abuso de autoridad y violación de los deberes de funcionario público y prevaricato” en este último caso, por parte del juez.

Hoy, para hacer ya cartón lleno con este tema, Di Lello dijo que hizo la imputación “para evitar que se piense en una conducta corporativa” de la Justicia. Entrar en el terreno de imputar personas “para evitar que la gente piense” tal o cual cosa, ya es una cuestión que pone a la Justicia argentina al borde del ridículo. ¿Desde cuándo la función de un fiscal es estar fijándose en el “qué dirán”?

Resulta francamente penoso que Di Lello haya caído tan bajo y decida sus acciones por una tácita presión popular que debería ser completamente inocua para un funcionario como él. Lo contrario equivale a justificar manifestaciones como las que armó La Cámpora para secundar la rocambolesca declaración testimonial de Cristina Fernández. En efecto, según la postura de Di Lello, llevar adelante esas expresiones producirían un efecto cierto en los funcionarios judiciales al grado de llevarlos a tomar medidas para no darle a la gente “la impresión de…”

¡Estamos todos locos! Si algo hacía faltaba para comprobar que la Justicia perdió su sentido de las proporciones y su capacidad para decidir de acuerdo a Derecho cualesquiera sean los efectos en “la gente”, era esto. El fiscal de este modo confirma que la Justicia toma decisiones no por lo que indican los códigos sino por aquello que la gente va a pensar. Un delirio completo.

Hay sin embargo, en este sincericidio involuntario de Di Lello, una parte de verdad: estamos frente a un formidable esfuerzo de los funcionarios del gobierno anterior por producir un fenomenal embarre de la cancha para que nadie entienda nada y para que sean tantas las investigaciones abiertas y las acusaciones cruzadas que ellos puedan salir libres aprovechando, precisamente, esa confusión. ¿Cómo se esconde un elefante en la calle? Llenando la calle de elefantes.

La capitana de esta operación es naturalmente Fernández, que pretende pegar un triple mortal en el aire y pasar de acusada a acusadora y de victimaria a víctima. Es lo que el kirchnerismo ha sabido hacer magistralmente mientras estuvo en el gobierno, en donde convirtió encerronas que parecían definitivas en un contraataque virulento.

Ahora bien, que pretenda hacerlo quien se ve atosigado por denuncias que cada vez le resulta más difícil explicar es una cosa, pero que cuente para ello con el apoyo de funcionarios judiciales pusilánimes que se dejan arrastrar y presionar por la prepotencia de instalar en la calle un “qué dirán”, es completamente diferente. Diferente y grave.

Es indudable que parte de la estrategia kirchnerista sigue girando alrededor de la idea de que ellos están más allá de la ley y del Derecho porque ellos son “revolucionarios” y los revolucionarios que defienden a los pobres no pueden rendir cuentas ante los jueces. Se trata de una elaboración simplemente extraordinaria: me declaro “revolucionario” y soy impune. Es igual a esas familias en donde a uno de los integrantes no se le puede decir nada, ni criticar nada, porque de inmediato se enoja y pone cara de traste. Encima de las que se manda, se ofende porque se lo marcan, entonces el que pasa a estar a la defensiva es el que quiere marcárselas. Es simplemente extraordinario.

Di Lello acusó de ser el homicida a la persona a la que le tiraron el muerto. Y encima poco menos que confiesa que él, en el fondo, no lo cree, pero que lo hizo para que la gente no piense que hay una “corporación” que quiere perseguir a Cristina. ¡¿Pero estamos todos locos!?

No hay dudas que esto se relaciona con lo que anotábamos ayer aquí mismo. Hay evidentemente un sustrato social que sigue emitiendo señales de vida y que aun defiende a los que les vendieron la idea del Estado salvador. Ese ambiente impregna el aire que respiramos todos, incluido Di Lello.

También hay otro sustrato social que no endosa esa perspectiva, pero que está a la defensiva. Es como la parte de la familia que vive asustada por el que se enoja, por el que la va de malo y tiene miedo de encararlo y cantarle las cuatro frescas que se merece.

El kirchenrismo ha hecho un máster en irla de malo. Ha prepoteado, ha usado la fuerza física, ha intimidado (usando las agencias del Estado para ello), ha utilizado fuerzas de choque en la calle, barrabravas, ha rotulado, insultado, amenazado; ha mentido, usado sarcasmos, indirectas y acideces, todo para salirse con la suya. Ha instalado, también, la idea de una “verdad” frente a la cual gran parte de la sociedad siente vergüenza por expresar lo contrario, a pesar de que está segura de que “lo contrario” no solo no está mal, sino que es lo que está bien, lo que debería hacerse y lo que corresponde. Se ha llegado, por este camino, a tener miedo o vergüenza por proponer lo correcto.

Di Lello, con su confesión de hoy, lo que ha demostrado es que tiene miedo y vergüenza. Sabe que es un disparate imputar a Bonadio y a Sturzenegger pero los imputa para que no se enojen “los malos”.

No hay dudas de que esta es otra de las cosas que deben cambiar. Que las patotas hayan encontrado el fácil camino de intimidar y amenazar para que no se las pueda tocar (o no se pueda tocar a quienes ellas bendicen) es un extravío que debe ser extirpado de la sociedad.

Y son los funcionarios como Di Lello los que deberían dar el ejemplo para que luego la sociedad pierda el miedo al saber que se encuentra respaldada.

Lo que ocurrió entre ayer y hoy con uno de los fiscales más importantes de la justicia federal es otra prueba del profundo deterioro en que nos encontramos, un deterioro que es preciso detener y desandar urgentemente.

>Aruba

2 thoughts on “Hay que parar esto ya

  1. mrlutz

    el manicomio está siendo dirigido por los locos….

  2. mrlutz

    ya no se trata de gente que “la va de malo” con bombos y palos a Comodoro Py, se trata de conductores identificados, con vehiculos patentados y licencia otorgada por el organismo de control: son taxis y provocan piquete impidiendo mi libertad de circular establecida por la Constitución, Nacional. Aún así la autoridad tampoco aquí defiende mis derechos. Para colmo el día anterior el Presidente de la Nación manifestaba “son un símbolo de la ciudad y de la Argentina” si de acuerdo de la prepotencia y el atropello ¿intento Ud. elegir alguna vez un taxi a piacere? yo lo hice varias veces y hasta llamé a un policía para que el tachero que se cruzó obligó a una frenada brusca, se moviera. Lo que hizo Mauricio con los taxis, que creo que en su vida tomo solo uno, cuando sus secuestradores lo soltaron, es equivalente al elogio de Kristina a los hinchas de fútbol.

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