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Un día de ataques furibundos

Ayer fue un día en donde los peligros para la república estuvieron a la orden del día.

Todo empezó con unas declaraciones de Fernández en los que abogaba por una regulación del contenido de las redes sociales con el argumento de que no se expandan los “mensajes de odio”.

Esta cantinela fascista con la que las dictaduras latinoamericanas vienen batiendo el parche desde hace rato ha conseguido imponer sus designios en Venezuela, Nicaragua y Cuba en donde los ciudadanos no tiene acceso libre a las redes.

Ayer mismo Nicolás Maduro anunciaba que hoy “el mundo conocería una noticia que lo dejaría ‘turulato’” y que tenia que ver con el lanzamiento en el país de una red social propia bajo completo control estatal al estilo chino. De ese modo los venezolanos se despedirán definitivamente de su contacto on line con el mundo.

¿Es ese el modelo que busca la Argentina? ¿Es eso lo que los ciudadanos quieren para su país? 

Porque eso es lo que parece entusiasmar al gobierno: tener la sartén por el mango en cuanto a lo que se dice en las redes sociales.

Obviamente el desiderátum de eso es lo que a partir de hoy comenzará a funcionar en Venezuela y hace años funciona en el comunismo chino.

El tema del odio es un cuento bien envuelto. Primero porque si hay alguien que no puede hablar del odio es el peronismo y, en estos tiempos, el peronismo kirchnerista. Son ellos los que trajeron de vuelta ese discurso a la Argentina cuando todo indicaba que iba camino del olvido luego de que el propio peronismo lo creara en los años ‘40 y lo llevara -lamentablemente- a los hechos treinta años más tarde, en la sangrienta década del ‘70.

Así que ya hay allí un elemento suficiente como para que, al menos ellos, se llamen a silencio.

En segundo lugar porque la experiencia empírica mundial demuestra largamente que son los gobiernos despóticos los que echan mano de este mismo argumento para limitar la libre expresión de las ideas.

El progreso tecnológico ha hecho posible que la opinión propia realmente sea divulgada más allá de los limitados márgenes de la prensa profesional.

En ese sentido, nótese que la Constitución habla de la garantía de la libertad de expresar sin censura las ideas por la prensa y de la “libertad de imprenta” cuando, con la evolución de los tiempos, fue la jurisprudencia de la Corte la que claramente asimiló esa protección a todas las formas de la expresión cuando, por ejemplo, los sistemas audiovisuales vieron la luz.

Resulta obvio que la continuidad de ese avance técnico lleva esa cobertura al contenido de las redes sociales.

Estar en contra de la libre expresión de las ideas por las redes es estar en contra de lo dispuesto por la Constitución para la República. Y una vez más repetimos: la Constitución fue escrita para proteger a los ciudadanos del gobierno y no al gobierno de los ciudadanos.

El otro capítulo de ataque al sistema estuvo dado por la cada vez más firme decisión oficial de derogar las PASO.

Cualquier argumento que pretenda arrogarse cierta racionalidad para justificar el cambio se sabe que es un monumental bolazo. 

El único motivo detrás de ese interés es complicarle la cancha a JXC que perdería así una herramienta útil para dirimir su interna.

Cambiar las reglas de juego dentro del año inmediato anterior a que se juegue el partido no puede tener otra motivación que no sea la intención de modificar el resultado del partido. Y el peronismo es un maestro en eso.

Es más, a nivel provincial ya los hizo y anuló las PASO en la mayoría de las jurisdicciones en donde gobierna.

En San Juan, por ejemplo, (y eso que San Juan, comparada con otros feudos peronistas del interior, es más o menos Noruega) no solo se anularon las PASO sino que se derogó una ley que impedía el cambio de las reglas electorales dentro de los 18 meses anteriores a una elección y otra que instauró la Ley de Lemas que es una trampa legal para hacer ganar al que no ganó.

De lograrse el número de diputados necesarios para avanzar en este terreno la oposición debería encontrar un método confiable y apto para dirimir sus candidatos civilizadamente, cosa que no aparece como demasiado fácil en principio.

Por último, en un día que quedará en la memoria por el calibre de la furibunda andanada contra la democracia, se le dio media sanción al proyecto para aumentar el número de jueces de la Corte y llevarlo a 15.

A mi se me ocurrió rebautizar ese proyecto con el nombre de “proyecto de confesión de la culpabilidad de Cristina Fernández de Kirchner” porque es evidente que la vicepresidente quiere asegurarse una vía para que eventualmente un tribunal integrado por jueces afines la absuelva de sus crímenes. 

Es como decir “como tengo fiebre y no quiero que se sepa, fabrico un termómetro que, cuando se use, diga que no tengo fiebre”.

La operación es tan obscenamente evidente que, de no ser trágica, sería cómica.

Ahora la media sanción pasa a Diputados. Allí, la especulación inicial es que el oficialismo no tiene el número para transformar en ley esta estafa. Pero eso era lo que también se decía en el caso de las PASO y sin embargo el peronismo está a punto de conseguir su objetivo. Todo lo cual demuestra que siempre resulta prematuro tener horizontes optimistas en la Argentina si por optimismo entendemos estar del lado de la libertad y del principio del gobierno limitado.

La compulsión totalitaria ya no solo del peronismo sino de vastos sectores del país que terminan haciéndole el juego al fascismo gobernante es francamente preocupante.

Solo resta esperar que estos sean los últimos estertores de una representación política que responde a una opinión social de otro momento y que, justamente, esa opinión social ha cambiado por lo que, a poco que lleguen al gobierno quienes expresen ese cambio, todo esto se modificará. Esa es la última esperanza.

Pero si las chicanas políticas del peronismo tienen éxito antes de que esos cambios se produzcan o si logran obturarlos por la implementación de distintas  trampas, es posible que el único destino del país sea el despotismo.

Por Carlos Mira
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