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Las confusiones de Fernández

Yo no sé, francamente, si el presidente Fernández es o se hace. Se está desarrollando el 56° Coloquio de IDEA, la convención empresaria más importante del año que usualmente se desarrolla en el hotel Sheraton de Mar del Plata y que este año por razones obvias, tomó un formato virtual.

En ese marco, el presidente habló en una transmisión desde la Quinta de Olivos, luego de que el evento fuera inaugurado hoy por su titular, el directivo de IBM, Roberto Alexander.

El presidente hizo afirmaciones que desconciertan, que realmente lo ponen a uno en la duda de si entiende lo que está ocurriendo y de si conoce cuáles son las reglas probadamente exitosas para salir del marasmo en que la impericia de su administración lo colocó.

No desconocemos que la gestión económica de Cambiemos no fue fructífera y que incurrió en errores que llevaron a una situación de inestabilidad financiera que culminó con el acuerdo con el FMI.

Esa realidad se produjo porque Macri subestimó, como él mismo lo admitió esta semana, la pésima herencia económica recibida de Cristina Elisabet Fernández que la había ocultado bajo una catarata de relatos mentirosos.

La deuda tomada por la gestión anterior estaba destinada en más del 60% a pagar deuda vencida del gobierno kirchnerista y de los innumerables juicios perdidos por el país gracias al incompetente manejo que, fundamentalmente Axel Kicillof (bajo las instrucciones de la presidente de entonces), le imprimió a esas disputas. El tercio restante del auxilio financiero fue para paliar el déficit de presupuesto votado por el Congreso de mayoría peronista.

Macri no logró establecer las bases de confianza como para que una catarata de inversiones multiplicara la producción y eso, a su vez, sepultara las deudas.

Pero ahora Fernández ha dinamitado las últimas chances de que esa confianza se restablezca. Al haber abdicado su poder real a manos de la vicepresidente, que es hoy quien claramente maneja las decisiones, le ha producido un daño al país de dimensiones oceánicas. Obviamente el manejo de la pandemia (insistimos, no la pandemia en sí) no hizo otra cosa más que complicar aún más el problema.

Encima el presidente se dedica a criticar a le gente que se manifiesta masivamente contra su gobierno, a los que calificó indirectamente como “gente de mal” en otras ocasiones, y a señalarlos como la fuente de la división, olvidando lo que son las concentraciones pagas organizadas por el peronismo las que incitan al odio de clases y al resentimiento, no de ahora, sino desde hace décadas.

La gente decente que banca el gasto con el que el peronismo hace política demagógica se cansó de eso, Fernández. Es allí donde debe usted encontrar las explicaciones a las marchas. No en el odio que, si hay alguien que lo ha tenido siempre, es el peronismo y sus ramificaciones que hasta han llegado a ser armadas en algún momento negro de la historia argentina.

También el presidente incurre en errores de concepto cuando se refiere a la actividad empresarial y al capitalismo. Respecto de la primera dice que cuando se escuchen críticas a su gobierno, por ser “antiempresa”, que recuerden el ATP que, según él, le permitió la subsistencia a más de 236000 empresas.

Fernández, sepa esto: las empresas no están para “subsistir”; las empresas están para crecer, para pasar de ser chicas a medianas y de medianas a grandes… Las empresas no están para recibir subsidios; están para desarrollarse en base a la creatividad, a la competitividad y a satisfacer mejor que la competencia las necesidades de los consumidores. Lo que un gobierno debe hacer, no es dar ATPs como si fueran limosnas, para luego congratularse por eso, sino generar las condiciones institucionales suficientes como para que las empresas puedan desarrollar su trabajo.

Esas bases son una justicia independiente, honradez en la función pública, impuestos bajos, gasto controlado, poder estatal limitado, simpleza y transparencia burocrática, libertad comercial e integración mundial. No ATPs.

El presidente en esto tiene una confusión fenomenal de cómo son las cosas. Traigo aquí un ejemplo similar porque es muy ilustrativo. Fernández -y el peronismo en general- creen que se hace “federalismo” asistiendo desde el gobierno central a las provincias (y lo que es peor es que muchos gobernadores de provincia creen eso también). Pues no Fernández, no, señores peronistas. Estudien, agarren los libros que no muerden. Aprendan cómo funciona un sistema federal y se darán cuenta que lo que ustedes hacen y que definen como “federalismo” es exactamente lo contrario: es unitarismo; es lo que los constituyentes no quisieron.

La Constitución quiso formar provincias fuertes, sólidas, basadas en la explotación de sus propios recursos, en una administración local sana y autónoma, para que pudieran desarrollarse solas, en algún sentido, de manera independiente del poder central. Eso es federalismo, no la asistencia con la chequera del poder ejecutivo nacional.

Lo mismo ocurre con los ATPs: el presidente está convencido que es “proempresa” porque las ayuda con eso; no, señor: sáquele a las empresas el pie de encima; el pie que no las deja crecer y desarrollarse libremente, y así sí será “proempresa”, no haciéndose el rey mago, repartiendo aquí y allá entre gente cada vez más pobre e independiente.

El gobierno de Fernández ha hecho todo lo contrario a solidificar esas bases. Subió impuestos, creó nuevos, cortó la relación con el mundo (o peor aún la viró hacia relaciones con los peores países de la Tierra), presiona a la Justicia y plantea una reforma judicial a la medida de la impunidad de una persona, remueve jueces, termina con los procedimientos de transparencia pública y vuelve al trámite en papel, suspende la ley de la economía del conocimiento, congela los precios de las prestaciones tecnológicas (que son de las pocas cosas que nos podrían sacar adelante), aumenta el gasto, destruye la moneda por la vía de imprimir sin control más de 2 billones de pesos, encarece las exportaciones, cierra las importaciones, restringe las libertades individuales, obtura el mercado de divisas (con lo cual se priva de que entre dólares) y, como si todo esto fuera poco, no es claro al tener que condenar dictaduras en otros países, suelta presos peligrosos a la calle, tiene un manejo sorprendentemente amateur de la situación sanitaria del país, incita a la división cada vez que puede, poniendo a unos argentinos contra otros y permanentemente genera la imagen de que lo que les falta a unos lo tienen los otros, en una guerra contra el mérito que es la contracara de cómo este país alguna vez creció y fue grande.

Entonces, Fernández, usted dice no entender por qué la gente marcha, por qué la gente sale a la calle, por qué las empresas están convencidas que el suyo es un gobierno antiempresas… Revise lo que hace y lo que dice Fernández. Estudie (que mal no le vendría) y en esa tarea de autocrítica es muy posible que encuentre las respuestas a interrogantes que tampoco nadie sabe si son sinceros.

Por Carlos Mira
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