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Carrio y el presidente

Más allá de las respuestas “por la positiva” que todos los dirigentes de Cambiemos han reiterado cada vez que se les preguntó por los dichos de Elisa Carrió (que Cambiemos es una coalición horizontal en donde el verticalismo militar o militante no va y que cada uno puede tener posiciones diferentes) resulta obvio que el tenor de lo dicho por Lilita no es chiste.

Tener a una de las integrantes del trío arquitecto de la coalición que hoy gobierna a la Argentina diciendo que perdió la confianza en uno de los otros dos (más aun cuando se sabe que al restante ni siquiera le habla) es grave.

Todo el mundo sabe el peso que tienen las palabras de Carrió cualquiera sea el contexto en que las diga. Por eso resulta particularmente extraño que no haya tenido un poquito más de tacto y haber incluso hasta puteado al presidente pero en privado.

El llamado “Club del Helicóptero” debe estar saltando en una pata, matándose de risa viendo el espectáculo que les permite decir que “si los mismos integrantes de la coalición gobernante le han perdido la confianza al presidente que le puede quedar al resto de la gente.

Los tiempos que se avecinan no son fáciles. La lucha antiinflacionaria -por el único camino que ha probado ser exitoso contra ella (la restricción monetaria)- tiene efectos muy parecidos a la lucha contra el alcoholismo, así como la inflación tiene efectos parecidos al alcoholismo.

Cuando uno empieza a beber siente los efectos “benéficos” de la bebida inmediatamente. Solo con el tiempo empieza a sentir los malos efectos. Igual ocurre con la inflación. Todo es rosa al principio, hasta que los números se desbarrancan por completo.

Al revés cuando uno decide luchar contra el alcohol lo primero que nota son los efectos negativos de la abstención. Solo luego, si persiste, notará los beneficios de vivir sobrio. El primer tiempo de la lucha monetaria contra la inflación es terriblemente duro, recesivo. Es lo que hace que muchos abandonen. Se necesita mucha conducta para perseverar. Y mucha unión.

Tener este tipo de conflictos en medio de una lucha tan grave, no es recomendable y debería haberse evitado.

Comparto que lo de Garavano no se entiende. En ningún lugar el Código Penal o el Código Procesal dicen que las prisiones preventivas (o las definitivas) no serán aplicables a los ex presidentes por el simple hecho de que son ex presidentes. La vergüenza para el país no es que ellos estén presos es que hayan sido unos chorros. De modo que desde la teoría la posición de Carrió, es correcta.

Pero la diputada debió poner sus dichos en contexto y medir no solo la situación argentina, tanto política como económica, sino la situación internacional.

La tapa del semanario The Economist acaba de ser dedicada a la posible recesión mundial. Luego del boom que prácticamente todo el mundo disfrutó el año pasado, ahora solo EEUU parece seguir creciendo, El resto está empezando a frenar.

La revista con lógica supone que los bonos de los países emergentes serán los que más van a sufrir porque ante el peligro de un enfriamiento económico se produciría un “fly to quality” (es decir una huida hacia los mercados seguros) con lo que países como el nuestro resultarán particularmente expuestos.

En ese contexto el cuidado debe ser extremo para, al mismo tiempo, ser perseverante en la política antiinflacionaria. Milton Friedman contaba que la inflación japonesa de 1973 solo puedo ser derrotada 5 años después con una durísima política monetaria que gracias a la perseverancia oriental dio sus frutos hacia fines de 1978.

Y eso teniendo en cuenta que estábamos hablando de índices ni siquiera parecidos a las guasadas argentinas.

¿Fue completamente consciente Carrió de todo este escenario antes de abrir su boca? Muchas de sus posiciones son irrebatibles: la lucha por la limpieza, por la supremacía de la República y de la Constitución son realmente elogiables. Pero producir una hecatombe de tal magnitud en el centro mismo de su propio gobierno (aunque ella se maneje en gran medida como un outsider) debería hacerla pensar un segundo antes de hablar.

La Argentina no ha sabido construir un sistema de alternancia entre partidos razonables. Es más muchos sospechan (y de allí parte del enojo de Carrió) que parte del gobierno practica el ejercicio de Cristina Fernández libre y Cristina Fernández candidata, para asegurarse un triunfo electoral.

Más allá de que esa es una especulación nada segura, desde el punto de vista del futuro del país y de las inversiones el solo hecho de presentar un escenario en donde la Argentina pueda estar regresando al populismo ofrece un horizonte negro para el propio gobierno y para las propias expectativas del presidente de transformar al país en una nación normal y civilizada.

Las naciones normales y civilizadas no tienen en su horizonte un bascular entre la cima o el precipicio. Generalmente esos países se manejan con patrones de mayor serenidad promedio.

Enzalzar a la protagonista de la catástrofe puede ser la mejor estrategia para ganar, pero es, al mismo tiempo, la mejor manera de seguir sembrando dudas sobre el horizonte.

El presidente y Carrio deberían hablar. Seriamente. De lo que se necesita para derrotar las eternas sombras de la Argentina y de las mejores estrategias para lograrlo. Pero tanto uno como otro deberían abstenerse de hacer y decir lo que estomacalmente les conviene.

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