Aruba

Un día simbólico

Finalmente el buque regasificador Exemplar, que estuvo anclado en el Puerto de Ingeniero White durante 10 años para proveernos el gas que nosotros despilfarrábamos, zarpó de ese lugar porque ahora la Argentina puede proveer esas necesidades con producción local.

El Exemplar -valga su nombre- es solo un ejemplo de lo que significó el desmanejo y la corrupción kirchnerista. El primer buque de esas características llegó a la Argentina en 2008 a Bahía Blanca. Solamente durante ese año llegaríamos a utilizar otros seis barcos.

Con el paso del tiempo fuimos necesitando más buques. Se llegó a la friolera de 42 en el año 2013, pagando casi U$S 18 el millón de BTU. Solo en 2013 se paganos casi 2000 millones de dólares por el gas que la Argentina tenía en abundancia pero que la desidia, la ignorancia y la corrupción kirchnerista había condenado a seguir inexplotado.

Además tuvimos que hacernos cargo de las tareas de mantenimiento de esos barcos. Por el Exemplar llegamos a pagar 40 mil millones de pesos en concepto de reparaciones y mantenimiento. Son miles las obras que podrían haberse hecho solo con ese dinero, sin contar lo que pagamos por los demás barcos y por el fluido durante una década.

Miles de argentinos podrían haber tenido acceso a agua potable, a cloacas o un hospital digno en lugar de pagar la demagogia de cartón de la Sra. Fernández implementada por su lacayo, el corrupto Julio De Vido.

Porque detrás de toda esta burrez no había solo ignorancia y populismo infeliz: había corrupción.

Los barcos llegaron a ser un gran negocio para los funcionarios que se enriquecían con los precios negociados a espaldas de la sociedad que los pagaba. Muchos ni siquiera llegaron; eran los famosos buques fantasma.

La partida definitiva del último de estos barcos es un símbolo de lo que la Argentina está dispuesta a hacer -y a pagar- por financiar las veleidades de autoritarios y demagogos de cuarta, que hablaron durante más de 10 años con una insoportable soberbia, solo comparable en rango a su supina ignorancia.

¡Imaginen todo ese dinero disponible!, ¡imaginen los puestos de trabajo generados en la industria!, ¡imaginen las divisas en exportaciones perdidas! En fin, solo un conjunto de ladrones pudo haber diseñado un plan de estas características para aumentar su afán de riquezas.

Porque a esta altura hay que concluir que el hecho de que la Argentina se quedara sin energía, regalándola con sus precios de ficción, fue un plan maestro ideado a propósito para hacer necesaria la importación, Allí, en esa nueva cueva, se abrían infinidades millonarias para seguir robando.

La misma matriz que el demagógico pago de Néstor Kirchner al Fondo Monetario: detrás de la bravuconada nacionalista -que la mayoría aplaudió como una sociedad zombie- nacía el curro de irle a pedir plata al chavismo para luego robar por mitades (entre los Kirchner y Chávez) las ganancias de los bonos vendidos en el mercado secundario del dólar.

Todo el fantástico robo que significó la presencia de los Kirchner en el poder tuvo la misma lógica: aprovechar la demagogia en beneficio propio; esto es, no solo pudrir las mentes con eslóganes imposibles sino implementar un negocio detrás de esos eslóganes para que la sociedad cumpliera el doble papel de idiota que creía, y de estúpida que pagaba.

Al cumplir el primero de esos tristes roles, los Kirchner se beneficiaban políticamente porque seguían cosechando los votos de un conjunto de tarados que creían en los espejitos de colores que les vendían. Cumpliendo el segundo rol -el de idiota pagador- la sociedad transfería su propio dinero al bolsillo personal de la familia que vivió durante treinta años de chuparle la sangre a la gente.

Porque eso de que la “plata era para la política” es un verso más grande que sus propias mansiones: la plata era para ellos; nos la robaron para encanutársela ellos, en sus bóvedas, en sus casas, en sus joyas, en sus estancias, en sus hoteles, en sus cuentas ocultas, en sus cajas de seguridad…

El día de hoy debería ser recordado como un nuevo símbolo de lo que puede el engaño y la mentira. De lo destructiva que puede ser la demagogia y la maldad. Y al mismo tiempo de lo caro que puede resultarnos el odio, la bronca y la furia a las que, de repente, creemos canalizar dándole nuestro apoyo a un conjunto de extraviados delincuentes que no han dudado en sodomizarnos a todos con tal de cumplir su sueño de fortuna y poder infinitos, mientras nos contaban que luchaban por la Patria y en contra de los intereses cipayos de unos pocos deleznables.

Hay que ser más vivos. Resulta particularmente paradójico que un pueblo que se las cree saber todas haya sido tan estúpido y haya estado dispuesto a encumbrar a personajes siniestros como los Kirchner. Solo un complejo muy profundo de envidia, falta de autoestima y de rencor contra todo pudo haber hecho posible ese fenómeno.

Hay solamente un misterio mayor que ese: el saber que aún hay buena parte de la sociedad dispuesta a seguir votando a semejante escoria.

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