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Todos, siempre todos

Es posible que a muchos les importen poco las señales semánticas. Pero ellas son, muchas veces, un atajo sencillo para entender por anticipado lo que está por suceder.

La elección por parte del kirchnerismo del nombre “Frente de Todos” es un típico ejemplo de esto que decimos.

Por supuesto que no se trata de una novedad sino de una confirmación de lo que siempre han sido, pero aun así es válido puntualizar una vez más frente a qué tipo de fenómeno estamos.

El kirchnerismo nunca pudo desembarazarse de la palabra “todos”. Es un karma en su existencia. La lleva metida en el tuétano. Para ellos no hay nada menos que el “todo” y el “todo” son ellos. Lo que queda por fuera de “su” todo es escoria antiargentina, inaceptable, perseguible, aplastable, irreconocible.

El kirchnerismo siempre ha sido un movimento “todolitario”, algo así como un totalitarismo camuflado de democracia hegemónica, de chavismo populista. Y ahora, quizaás inconsciente y cándidamente, llevan esa palabra al corazón de su identificación.

¿Si ellos son “todo”, los demás que son? Porque hay otros además de ellos. Pero para ellos esos otros son cipayos que deben ser condenados a las sentencias de la masa; el colectivismo que destruye las libertades personales y los derechos humanos.

Esta ha sido la marca distintiva del kirchnerismo desde siempre: carne para “todos”, asado para “todos”, milanesas para “todos”, “todos” a Plaza de Mayo, “todos” con Cristina, “todos a Ferro”. Todos, siempre todos.

El “todo” no existe en una democracia. Porque sencillamente no puede disciplinarse el pensamiento de millones de seres humanos que son libres por el simple hecho de nacer, como lo reconoce la Constitución.

Por lo tanto el “todo” pretendido por el kirchnerismo solo es lograble (o al menos pretendible) por medio de la violencia y por la agresividad patotera que se avalanza sobre el diferente mediante el ejercicio de la fuerza bruta.

La fuerza bruta siempre ha estado en conexión con la pretensión del todolitarismo. Es el imperio del miedo (el trasmitir miedo)  del atropello, del “te mato porque soy mas fuerte”. Eso son ellos. Todo eso es lo que uno puede encontrar debajo del paraguas de la palabra “todos”.

Por eso creo que el análisis semántico del nombre que agrupa la fórmula Fernández-Fernández es importante. Es un telegrama que nos están enviando para que sepamos lo que van a hacer.

No hay diferencias entre eso y lo que hicieron. Entre eso y lo que quisieron hacer y en su momento no pudieron y ahora vienen por el completamiento de la tarea.

Odian las diferencias, odial la pluralidad, odian lo multicolor, odian las libertades personales. Quieren terminar con todo eso. Vienen a derogar la Constitución; vienen a eliminar la independencia de la Justicia (algo que intentaron entre 2011 y 2015 y no lograron); vienen por “todo”.

Aquellos labios robados en Rosario por una cámara pícara que pescó a Cristina diciendolo con cara de odio a todos los que quisieran escucharla también anticipaban la concepción de la vida que tienen: quieren todo. Como la aspiración libre al todo es imposible (porque es imposible que libremente “todos” quieran lo mismo) entonces a los que quedan fuera del “todo” de ellos, primero hay que desconcerles todo derecho y luego aplastarlos. Es la historia de la URSS, de la Revolución Cultural de Mao, de los Jacobinos, del Nazismo, del Fascismo y de todos los delirios que la historia del hombre ha conocido a través de los tiempos.

Ese es el valor de la libertad: hacer posible la vida compatible de gente que nunca va a ser parte de un “todo” si  por “todo” entendemos que todos piensen igual.

Por supuesto que esto puede sonar muy teórico a la hora de medir el monumental robo kirchnerista. Pero una cosa tiene que ver con la otra: el robo es camuflado por la venta patriotera y demagógica de que hay un “todo” llamado “patria” que son ellos. Y como la patria son ellos, a ellos les está permitido robar.

El trabajo de pinzas sobre las masas debe empezar hasta por las palabras y este es el caso del nombre que sintomáticamente ha tomado una vez más el kirchnerismo. Son una sanguijuela preparada para chupar la sangre de los idiotas que le creen.

No tienen vergüenza. No la conocen. Sin ir más lejos ayer, Alberto Fernandez dijo, aparentemente dirigiendose al gobierno: “Devuélvanle la luz a los argentinos”. ¡Justamente ellos pronunciando la palabra “devuelvánle”! Ellos son los primeros en tener que empaezar a devolver los miles de millones que les robaron a los pobres por los que dicen desvivirse.

Y esas explicaciones sí que se las deben a “todos”. 

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