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¿Querrán intentarlo de nuevo?

Pese a que el presidente ha negado cualquier acción que tenga que ver con un “congelamiento de precios” no hay dudas que la pata “política” de Cambiemos algo por el estilo quiere hacer: un “acuerdo”, una “vigilancia”, una “administración…”. No sé, un “algo” con los precios.

No hay caso, el tiempo pasa y la gente no aprende que un ente burocrático por más compulsivo que sea no puede controlar al mismo tiempo dos variantes típicas de la economía: el precio de un bien y su cantidad. Si controla uno, el otro reacciona y viceversa; si se mantienen los precios bajo control, no hay producto y si hay producto, se consigue al precio de mercado. No hay manera de tener bajo el rebenque las dosvariables.

Hay solo dos maneras de bajar los precios, o se disminuye la demanda o se aumenta la oferta. La demanda, por motivos obvios, está ya en niveles raquíticos en la Argentina. De modo que solo queda un camino: aumentar la oferta, y la competencia de oferentes.

Y ahí comienzan los problemas El aumento de la oferta está en relación directa con el nivel de confianza y con el tipo de legislación que rija en un determinado territorio.

El aumento de la oferta depende del nivel de inversión y éste, a su vez, del contexto socioeconómico. Aumentar la oferta significa, en buen romance, poner más cantidad de bienes y servicios en el mercado y eso se hace con más capital de trabajo, ya sea de personal, de infraestructura y de bienes de capital.

A su vez el incremento de estas tres variables depende de un elemento inmaterial que es la confianza. Sin embargo ésta, no necesariamente depende de volatilidades abstractas: en el fondo el nivel de confianza depende del tipo de orden jurídico vigente.

Si el derecho de propiedad está en peligro, si la confiscación es tolerada, si la ambición impositiva está desmadrada, si las reglas de juego dependen de la voluntad de una persona o de su humor, de sus odios y rencores, el nivel de confianza será bajo. Y si el nivel de confianza es bajo, no habrá inversión, con lo que la cantidad de bienes y servicios no aumentará. El resultado será que los precios suban.

La Argentina atraviesa un momento raro en donde los agentes económicos ven un gobierno bien intencionado pero que, por diferentes motivos, no ha acertado los caminos para poner en vigencia una legislación pro aumento de la oferta, y una eventual oposición (con chances de ganar el gobierno) que es directamente anti-democrática, anti sistema, pro confiscación, pro estatización,

pro encierro y antirrepublicana.

El resultado es una exasperante inmovilidad, un quietismo absurdo que solo espera ver lo que va a ocurrir.

Lo peor del caso es que lo que puede ocurrir, aun cuando no sea el triunfo del populismo radical kirchnerista, tampoco es un endoso social claro a una política de libertad y de vigencia del derecho de propiedad y de las garantías de la Constitución.

Lamentablemente el gobierno -esto se repitió ya hasta el cansancio- ha estimulado el mantenimiento con vida de los espectros del populismo, ha jugado irresponsablemente con fuego y ahora ve cómo las consecuencias económicas de haber mantenido de pie al monstruo impactan en la economía que, paradójicamente, lo pone frente a la posibilidad de perder las elecciones. Delicias del duranbarbismo.

Tan inteligente se lo presume al Dr Carmela que nadie intuyó este presente, en donde las sombras que proyecta el rival elegido como ideal para la contienda electoral, descalabran tanto la economía que el pato de la boda lo paga el presidente que aspira a ser reelecto. Más que de inteligente, la estrategia, parece haber salido de los pensamientos de un burro.

No sabemos cuáles serán los alcances de las medidas que Macri anuncie el miércoles. Pero nada que suponga el ejercicio coercitivo de la fuerza del Estado sobre los agentes económicos dará resultado. Los operadores de la economía cotidiana solo responden a señales indirectas de un combo que dista mucho del ejercicio directo de la fuerza bruta.

Si fuera tan fácil domar las variables de la economía, los panzers de Hitler, las purgas de Stalin, las horcas de  Ceausescu, los paredones del Che y de Castro ya lo hubieran logrado hace rato.

Pero la Argentina sigue intentando obtener resultados distintos repitiendo lo que viene haciendo hace 70 años. Es lo que Einstein definió como locura. Un calificativo barato, para un país sin remedio. 

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