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El primer debate entre Hillary y Trump

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Finalmente anoche ocurrió el primer debate presidencial en los EEUU entre Donald Trump y Hillary Clinton. El debate estuvo dividido en dos partes claramente. La primera en donde Trump logró introducir el tema del comercio, del empleo y del nivel de apertura económica en los EEUU y la segunda en donde Hillary logró enfocar la discusión en el candidato, poniendo varias veces al republicano en apuros. De todos modos, muchos coincidieron en que si Trump había logrado en los últimas semanas construir su “momentum” en este camino hacia la presidencia, Hillary había logrado detenerlo ayer.

Pese a que se notaba muy claramente que Clinton se había preparado muy bien para la ocasión, con una serie de escenarios practicados, Trump –desde el punto de vista de gente que puede estar pasándola no del todo bien- logro permear su mensaje de que los EEUU están perdiendo empleos a manos de países que captan las inversiones y las locaciones físicas de sus industrias, haciendo que  miles de norteamericanos se queden sin trabajo.

Sin dudas se trata de un mensaje populista y que pretende sacar el mejor provecho de una oportunidad, que, por un lado, bien podría ser pasajera (los EEUU vienen creando empleo nuevo a una tasa interesante en el último año y medio) y, por el otro, no ataca la verdadera cuestión sino que pretende sacar rédito fácil de un problema que debería ser encarado de otra forma.

En efecto, la compañías americanas que han trasladado sus operaciones industriales a otros países –México, por caso- lo han hecho para la realización de trabajos sin demasiada especialización y, claramente, no para que esos lugares se conviertan en motores de innovación y creatividad.

Esos perfiles siguen desarrollándose en EEUU, que sigue siendo el país más innovador del mundo, en ese sentido.

Lo que probablemente Trump deba sincerar en su discurso es cómo hacer para que más y más norteamericanos estén capacitados con las habilidades que requieren las nuevas modalidades de trabajo y no tanto por el hecho de que una empresa industrial traslade a otro país la sede de su trabajo no-calificado.

Pero no cabe duda que a nivel masivo el republicano ha logrado llevar su mensaje de preocupación a varios lugares del interior industrial del país y en la primera parte del debate tuvo claras señales de ser el “ganador” en ese terreno. Cuando se le preguntó cómo crearía más trabajo, astutamente dijo “bueno, en primer lugar, haciendo que el que hay no se pierda”, la cual es una respuesta con apelativo pero en cierto modo tramposa porque hay muchas posibilidades de que la restricción del comercio de hecho reduzca las fuentes de trabajo y no las aumente.

Hillary ganó el debate en el plano personal, sin dudas. Cuando logró meter a Trump en temas tales como el pago de impuestos o la presentación de sus declaraciones juradas o las palabras que ha tenido para referirse a mujeres o a minorías raciales, la demócrata tuvo sus mejores momentos y hasta costaba entender cómo Trump quedaba sin respuestas eficientes tan fácilmente, lo cual lleva a la conclusión de que el republicano privilegió el seguir la campaña en la calle antes que prepararse para el debate.

Cuando Clinton lo acuso de negarle trabajo a minorías afroamericanas cuando recién comenzaba su carrera como desarrollador inmobiliario, en lugar de negar de plano la acusación, se limitó a decir que su compañía no fue la única denunciada y que había arreglado el entuerto sin tener que pagar un solo dólar. Pero no negó el hecho.

Lo mismo pasó con las presentaciones ante el IRS. Trump sigue desafiando la tradición de que todos los candidatos dan a conocer esas declaraciones y cuando Hillary lo apuró diciendo que no pagaba impuestos y que eso contribuía al déficit fiscal que él tanto criticaba, se limitó a decir: “así son los negocios”, aun cuando ya afuera del escenario, frente a los periodistas, intentó justificarse diciendo que simplemente odia cómo Washington despilfarra el dinero de los contribuyentes.

Del mismo modo, muchos no entendieron cómo no presionó más a su rival en uno de sus campos más débiles: el famoso affaire de los emails que Hillary envió desde sus servidores privados conteniendo información clasificada, otro indicio de que Trump no llegó afilado frente a las cámaras.

Cuando surgió el tema de la nacionalidad del presidente Obama y de la guerra en Irak, de nuevo Trump hizo agua. Respecto del primer tema trató de involucrar también a Clinton diciendo que sus jefes de campaña también habían usado ese argumento cuando ambos eran rivales en la interna demócrata de 2008, que terminó ganando el actual presidente. Los jefes de campaña de Hillary en aquella ocasión salieron a negar el tema rotundamente e incluso las personas mencionadas por Trump salieron al aire al finalizar el debate demostrando que ellos nunca habían cuestionado el lugar donde Obama había nacido.

Respecto de la conveniencia de ir a la guerra en Irak –cuestión que hoy Trump define como la causa inicial del nacimiento de ISIS junto al hecho de que Obama retiró todas las tropas norteamericanas sin siquiera dejar una guarnición testigo lo suficientemente pertrechada como para aniquilar a ese grupo desde su misma formación- el republicano se enredó en una discusión tratando de probar que él estaba en contra de la guerra desde el principio contando reportajes que dio a periodistas que en ese momento estaban a favor de la guerra, en una estrategia que, aunque sea cierta, no pareció muy profesional ni mucho menos que trasmitiera una imagen “presidencial” del candidato.

Hillary por su parte apareció como muy “formateada”, confirmando que no termina de conectar con el público de carne y hueso que la ve como saliendo siempre de un ensayo aun cuando, en principio, su discurso aparecería como más cercano a las demandas más populares. Si bien el tema inmigración no apareció como el estelar por lo menos en este primer debate, Trump sigue colectando allí varios adeptos, no tanto por sus versiones más exóticas (como la construcción del muro), sino por sus aspectos más prácticos que consisten en que EEUU se haga más exigente en el control de sus fronteras.

Aún quedan dos debates presidenciales más -el 9 y 19 de Octubre- y uno vicepresidencial, el 4 de octubre. Seguramente Trump habrá sacado como conclusión el hecho que debe prepararse más para estas ocasiones. Si bien se supone que el país va a elegir presidente y no al que debate mejor, está claro que si quiere disputar con chances el Salón Oval no puede llegar tan desarmado a estos escenarios.

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