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Obama en la Argentina

Fue confirmada la visita del presidente Barack Obama a la Argentina con su esposa Michelle para el 23 y 24 de marzo próximos.

Esta sola paradoja sirve para demostrar la inexplicable relación que la Argentina tiene con Estados Unidos. Se trata de una materialización completamente hipócrita, insana y enfermiza que es prácticamente exclusiva de la Argentina, sin duplicaciones en casi ningún lugar del mundo.

En efecto, el país (o al menos parte de él) tiene una rabia, una furia, un rencor contra los Estados Unidos que, en la mayoría de los casos se basan en mitos, en convicciones que, siendo falsas, se repiten como loros, en ignorancias, en desconocimiento, en un aldeanismo llamativo para una sociedad más o menos cultivada como se considera a sí misma la argentina.

Ningún país de Latinoamérica tiene con EEUU la relación que tiene la Argentina y en ninguno de esos países se producirían las manifestaciones que, en su contra, se producen aquí.

Son pocos, además, los países de la región que podrían presentar las cartas credenciales democráticas que puede lucir Estados Unidos. Un país con una democracia ininterrumpida por los últimos 240 años, que ha pasado de tener esclavos negros a que un negro sea su presidente, un país que reúne y produce por sí solo el 25% del PBI mundial (en ciertas etapas del mundo llegó a ser más incluso), que ha entregado notables invenciones a la humanidad, que ha sido la cuna de innovadores y creativos que han contribuido a hacer más fácil y más confortable la vida de todos y que ha recibido a millones de inmigrantes de todo el mundo bajo la sola promesa de que allí el que esté dispuesto a trabajar honestamente no se verá despojado del fruto de su trabajo.

En ese sentido es muy reveladora la frase que se encuentra en el pedestal de la Estatua de la Libertad que dice así: “Dadme esas masas pobres, cansadas y ansiosas de ser libres, los tristes desechos de costas populosas. Que vengan los desamparados que las tempestades baten. Que vengan conmigo, que mi antorcha alumbra un umbral dorado…” ¿Cuántos países del romántico socialismo han sido tan abiertos?, ¿cuántos que practican el humanismo y detestan el capitalismo inhumano han sido capaces de enviar, urbe et orbi, una carta de invitación tan generosa?

Pero en la Argentina un ideologismo interesado y envidioso se las ingenió para construir un muñeco irreal, una caricatura de aquel país.

Para hacerlo se han valido en muchos casos de los dispositivos inventados por aquella cultura que aborrecen. Han escrito sus panfletos en programas de “office”, mientras buscaban citas y apoyos en Internet, seguramente han hecho consultas por sus teléfonos celulares (muchos de los cuales suelen ser iPhones) o han parado en un bar para utilizar wifi en su iPad. Algunos hacen cola para despachar sus equipajes rumbo a una semana de vacaciones en New York, otros –los he llegado a escuchar- confiesan que Manhattan es “su lugar en el mundo”. No pocos se han asilado en Miami o en otras ciudades del “Imperio” antes de elegir Bulgaria, Belarus o Corea del Norte. Muchos me han pedido sugerencias para visitar Walt Disney World y otros mueren por las producciones cinematográficas de Hollywood o por Woody Allen, Truman Capote o Albert Einstein, uno de los que tranquilamente podría caber en la descripción del pedestal de la Estatua de la Libertad.

El idioma español suele ser muy florido con las palabras pero otras veces es muy preciso. Creo que en este caso lo que gran parte de la Argentina (no toda, por supuesto) tiene con EEUU es una enorme envidia. ¿Por qué ellos pudieron y nosotros no? Estamos en longitudes y latitudes opuestas pero simétricas, nuestros climas se parecen, nuestra cultura inmigratoria también. ¿Qué ha pasado para que aquel país que asombraba al mundo a principios del siglo XX y que todos indicaban como “los Estados Unidos del sur”, aquel que muchos pronosticaban iba a competirle palmo a palmo al gigante norteamericano, la inventiva, la producción, la calidad de vida, la innovación, de repente se haya lanzado a la involución y a la miseria?

Incapaces de culparnos nosotros mismos por los desaciertos hemos preferido –en otro clásico argentino- buscar las culpas fuera de nuestras fronteras. Resultó más fácil y muchísimo más liberador. No fracasamos por nosotros, fracasamos por ellos.

La visita de Obama va a coincidir además con el 40 aniversario del golpe de 1976. ¡Ya imagino las alegorías y las frases baratas!: un pase en profundidad para hacer un gol maravillosamente demagógico.

Los demás países deben festejar esta estupidez argentina. Los Estados Unidos importan más o menos 150 mil millones de dólares anuales solo en productos que la Argentina podría proveer. Pues bien, el país participa en menos del 1% de esa fabulosa cantidad: delicias del ideologismo estúpido.

Son pocas las chances de que la visita del presidente Obama sea un hecho normal entre dos países civilizados. La Argentina de la furia ya prepara sus bombos de rencor, para batir sus parches con toda la fuerza. ¡Sigamos así muchachos!, ¡sigamos así, que mientras filosofamos en un bar de Palermo Soho sobre la última serie que vimos por Netflix acerca de los abusos norteamericanos en Medio Oriente, otros se ríen de nosotros al tiempo que sacan provecho de asociaciones y contratos con el más rico del barrio!

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