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Lo que está pasando en los aviones

La nueva modalidad del apriete sindical aeronáutico consiste en tomar de rehenes a los pasajeros que están obligatoriamente sentados en sus asientos en las maniobras de aterrizaje de un avión y torpedearlos con la lecturas de proclamas gremiales que atacan al gobierno y a la política comercial del Guillermo Dietrich.

Desde el 2015 hasta ahora se han creado en el sector más de 6000 puestos de trabajo nuevos, que antes no existían, se han multiplicado las rutas nacionales e internacionales que operan en y desde la Argentina, el “mapa de calor” de aeronaves sobrevolando los cielos nacionales ha elevado su nivel frente a la paupérrima frialdad que dominaba ese mismo parámetro en diciembre de 2015, se han incorporado nuevas empresas para volar cabotaje e internacional, se han multiplicado los vuelos entre ciudades del interior de la Argentina sin pasar por Buenos Aires, aumentó considerablemente el número de pasajeros que vuelan y en especial los que lo hicieron por primera vez y las personas cuentan con más opciones para elegir.

Aerolíneas Argentinas está volando 40% más que en 2015 y sigue manteniendo su plantel de personal -unas 12300 personas, lo que da la friolera de un promedio de 165 empleados por avión, una barbaridad en términos internacionales- lo cual quizás explique parte de la furia sindical: tienen que trabajar 40% más con la misma gente.

Eso, visto desde el lado del consumidor, es un aumento de la eficiencia en las prestaciones de la empresa aunque suena a premio consuelo cuando se advierte que los contribuyentes deben poner de sus bolsillos casi 22 mil millones de pesos al año para mantenerla en el aire junto a todos los privilegiados que trabajan en su plantilla.

En efecto, los siete gremios aeronáuticos son de aquellos que consiguen más ventajas a la hora de la negociación colectiva, ventajas que no salen del precio de los pasajes, porque en ese caso la empresa saldría directamente del mercado por ser carísima, sino de los impuestos de los ciudadanos.

Y allí es donde se produce una de las mayores injusticias sociales de las que la Argentina pueda dar cuentas: quienes nunca toman un avión financian con sus impuestos a aquellos que compran tickets de Aerolíneas Argentinas.

El “emponderado” (sic) Sr Biró que dice que no quiere chupar no sé qué cosa, vive como un millonario a costa de la tiranía que ejerce sobre los pasajeros. Ve que la política de competencia comercial que impulsa el gobierno le saca pilotos a su gremio porque éstos prefieren ir a trabajar a otras empresas más serias y no quiere que Aerolíneas sea una compañía competitiva que daba dar cuenta de sus resultados.

Encontró el yeite de una vida fácil financiada por los contribuyentes y está dispuesto a hacer cualquier cosa con tal de no perderla. Este es el verdadero motivo que hay detrás de la dictadura sindical aeronáutica.

Este modelo de patota y prepotencia es el que ha dominado no solo a los gremios aeronáuticos sino a todo el país desde hace 80 años. Impuesto por el peronismo al grito de “5×1”, “leña”, “colgar con alambre de fardo; por la vía de la afiliación compulsiva, la delación, el despido de los “contreras” y la violencia física ejercida contra los opositores a quienes encarceló, torturó y persiguió, sigue queriéndose imponer sobre una sociedad cansada ya de tanta agresión.

Avanzan con la fuerza bruta y pisotean los derechos de los argentinos a elegir, a vivir libremente y a tener un Estado financiable. Pretenden conservar sus privilegios y se parapetan detrás de la violencia para lograrlo. Son fascistas y facinerosos.

El tema de los gremios aeronáuticos debería ser tomado como un “leading case” por el gobierno, no aflojarles ni un tranco de pollo, al contrario, arrinconarlos aún más contra la irracionalidad de sus pretensiones. Seguramente la sociedad estará de su lado porque está cansada de la prepotencia de los Biró y de la prepotencia a secas. Esa misma prepotencia que caracterizó el período de gobierno que algunos sueñan con reeditar.

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