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Las lecciones de Bolsonaro

El triunfo de Jair Bolsonaro en Brasil plantea distintos interrogantes no solo para la Argentina, sino para toda la región. Pero en especial lo hace para el presidente Macri.

En efecto, Bolsonaro es un desvergonzado -en el sentido original del término- es decir no tiene vergüenza por decir lo que piensa y lo que piensa hacer. No se pone colorado ni tiene temores por el que dirán o la corrección política. Dice que viene a restaurar los valores de la bandera: orden y progreso. Para el orden promete una aplicación dura de la ley. Dice que aquellas cosas que siempre fueron tenidas como malas volverán a ser consideradas malas y recibirán un castigo severísimo. Para el progreso promete adherir a la única idea que ha producido progreso comprobable en el mundo en los últimos 500 años: la libertad.

Dice que Brasil no se sujetará a ningún tratado que le ate las manos para firmar acuerdos bilaterales de comercio, en una clara mención a que no se sentirá restringido por el Mercosur.

A viva voz dice que el primer país que visitará será Chile y el segundo, EEUU; que la Argentina no forma parte de su agenda prioritaria.

No tiene pelos en la lengua. Llegó a decir que, en efecto, las mujeres para trabajar no son iguales que los hombres por la sencilla razón de que se embarazan y le cuestan al empleador el doble de lo que cuesta un hombre, amén de dejar el puesto de trabajo vacío por todo lo que dura su licencia.

¿Incorrecto políticamente? Incorrectísimo. ¿Correcto en el terreno de los hechos? Correctísimo. Bolsonaro es así.

Macri es diferente. No sabemos si es un presidente que siente vergüenza por decir lo que verdaderamente cree o si, de verdad, cree en lo que vemos de él.

Si es lo primero, habría cometido el imperdonable pecado de dejar pasar el tiempo sin hacer lo que había que hacer en el momento que más poder tenía. No haber sido claro con los corruptos del gobierno anterior (está bien que sin decir nada -y con muchos creyendo que directamente opera para que Fernández siga libre- se ha ligado el mote de “perseguir políticamente” a los funcionarios del gobierno anterior… ¡¡Imaginen si, como Bolsonaro, hubiera dicho que Fernández debería “pudrirse” en la cárcel!!) es una característica que hasta miembros de su propia Coalición le achacan.

De haber sido un presidente no-vergonzoso lo hubiera dicho y ya. Pero no. Macri parece estar siempre con una marcha menos, como con el freno de mano puesto; freno de mano que accionan muchos de los que integran el círculo íntimo que él privilegia.

En materia económica otro tanto. Él sabe que no hay atajos para el progreso. Que la única idea viable para producirlo es la libertad. Sin embargo ha propuesto un gradualismo socialistoide que para lo único que ha servido es para que lo puteen desde los cuatro puntos cardinales.

¿Por qué no salió con los tapones de punta a decir que la Argentina se consideraba en libertad de buscar acuerdos de libre comercio con cualquier país, sin necesitar el aval de nadie. “Y porque se iba a enojar el Mercosur” ¡Y que se enoje, pues! Él debió atender lo que más le convenía a la Argentina, no al Mercosur.

Eso y no otra cosa es lo que ha adelantado Bolsonaro que va a hacer. Y resulta que ahora el Mercosur no se enoja. Y LA Argentina parece que tampoco. Es más parece que ahora se siente liberada y como Brasil lo va a hacer se considera en posición de hacer lo mismo sin culpa.

Y eso es lo que es precisamente Macri: un presidente culposo. Ha tenido mil resguardos con éstos y con aquellos; ha repartido el dinero que no tiene aquí y allá para dejar conforme a todo el mundo y lo único que ha conseguido es que este año se dupliquen la cantidad de piquetes en la ciudad de Buenos Aires de 846 el año pasado a más de 1600 este año.

No lo sé, pero más allá de sus propias convicciones, no sería nada extraño que Bolsonaro haya estado monitoreando todo este comportamiento en la Argentina de los últimos dos años. Que haya sacado sus conclusiones y que haya llegado a la convicción de que no vale de nada tener tolerancia con la intolerancia y de que el gradualisimo solo sirve para acumular puteadas. Viendo el triste espectáculo de la blandura argentina quizás haya decidido que debía llamarse a las cosas por su nombre y avanzar.

En el poco tiempo que nos queda somos nosotros ahora -y particularmente el presidente Macri- los que debemos sacar conclusiones del caso Bolsonaro. Tampoco es cierto que Bolsonaro sea un Donald Trump latinoamericano: Bolsonaro no es un nacionalista ni un populista, como lo es Trump. Bolsonaro es un partidario del orden y del progreso: para el delincuente la cárcel y para el progreso la libertad.

Quizás quienes lo hayan cuestionado por sus formas (y que entre nosotros lo hayan llamado hasta “pestilente”) deban arrepentirse dentro de poco tiempo si es que la franqueza con la que habló se transforma en un Brasil más dinámico, menos demagógico, más eficiente, más libre y más seguro.

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