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La Justicia y la preocupación de Rosenkratz

Martín Irurzun, el juez de la Cámara de Apelaciones que actúa como alzada del juzgado de Sebastián Casanello, debía expedirse sobre la decisión de éste de no procesar a la jefa de la banda, Cristina Fernández.

Irurzun fue desplazado hoy del entendimiento en la causa por la Ruta del Dinero K mediante una decisión de la Cámara de Casación que hizo lugar a un pedido de recusación del juez por parte de la defensa de otro de los integrantes de la banda, Ricardo Etchegaray.

Todo huele muy feo aquí. Justo el día siguiente en que al presidente de la Corte Suprema de Justicia no se le ocurrió mejor idea que decir que la mala imagen de la Justicia es culpa de los medios de comunicación, tres colegas suyos allanaron el camino para que un capítulo muy importante del robo público más importante de la historia argentina quede impune. Rosenkratz debería volver a replantearse su punto de vista.

Es la propia Justicia, con sus fallos, la que se gana el concepto que la gente tiene de ella. No hay dudas de que la gran podredumbre en la que el país ha caído podría haberse evitado si los jueces hubieran cumplido como se debe su trabajo.

En este caso particular, ya vamos viendo como algunos jueces impresentables, quizás olfateando un tufo social de regreso al populismo, comienzan a despejar el camino para que los corruptos, los ladrones y los estafadores queden libres.

Por el mismo fallo, la confirmación del procesamiento de Etchegaray y de su secuaz, Ángel Toninelli, quedó anulada. Si no es el comienzo de un nuevo capítulo de impunidad, se le parece mucho.

No sería extraño que los jueces hayan tomado nota de lo que ocurrió en el Consejo de la Magistratura el lunes y hayan comenzado a actuar con su proverbial pusilanimidad. ¿Pensó Rosenkratz en todo eso antes de culpar a los periodistas por la imagen que la gente tiene de ellos?

Desde hace 80 años, como mínimo que la Justicia viendo siendo acomodaticia al poder de turno. A eso, particularmente, se debe que el proyecto nacional-populista haya sido posible en la Argentina. De haber actuado los jueces en defensa de la Constitución (cuando la letra y -fundamentalmente- el espíritu de ésta comenzaron a estar en peligro acechados por la demagogia y el fascismo) la Argentina no habría iniciado el camino de decadencia que aún hoy sigue siendo prácticamente inexplicable para la mayoría del mundo racional. ¿Hizo Rosenkratz de esto un análisis antes de emitir su exabrupto?

¡Qué decir de los argentinos que han esperado una voz reparadora de los jueces cuando fueron víctimas de la violencia delincuente! Allí solo recibieron más cachetazos, teniendo que aguantar que la Justicia dejara en libertad a sus victimarios y, en muchas ocasiones, hasta emitiendo opiniones desde el púlpito en defensa de los “pobres” delincuentes que más que eso son “víctimas de una sociedad que los excluye y los estigmatiza”. ¿Pensó Rosenkratz en la infinidad de fallos de ese tipo que la sociedad tuvo que aguantar de sus colegas, antes de echarle la culpa a los periodistas por la mala imagen que la gente tiene de los jueces?

Ahora ya vamos viendo la pavimentación de un camino de impunidad. ¿Y quiénes van conduciendo la maquinaria vial de ese procedimiento?: los jueces. ¿Será que para Rosenkratz los periodistas también tienen la culpa de eso?

Resulta francamente repugnante que el poder que debería mantener el orden natural y corriente de las cosas en su lugar, sea, por el contrario, un poder cómplice, cobarde, pusilánime, acomodaticio y siempre buscando el calor de la protección política. Dan asco.

¿Será esa la sensación que percibe Rosenkratz? ¿Qué la gente siente asco por ellos? Y si esa es la sensación que tiene, ¿será que le resulta más cómodo culpar a los periodistas que ensayar una autocrítica profunda del triste papel que el Poder Judicial ha jugado en la República?

La desilusión y la falta de fe que la sociedad tiene respecto de las instituciones, no es más que la respuesta espontánea, tácita y natural que la gente manifiesta frente a tanta inacción; frente a la burda complicidad de los que deberían poner las cosas en su lugar.

El análisis combinado de lo que dijo Rosenkratz ayer con lo que ocurrió hoy con el juez Irurzun no puede ser menos que patético. Porque es a cuestiones como las que ocurrieron hoy que se debe el concepto que la gente tiene de los jueces y respecto del cual Rosenkratz parece estar tan preocupado y enojado.

Si el presidente de la Corte tiene una preocupación real por el concepto que la gente tiene de los jueces, sería hora que en lugar de dirigir su mirada a los periodistas empiece por dirigirla a sus colegas y a poner atención a los mamarrachos a los que, con la fuerza de un fallo, le ponen su firma.

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