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La cola del gato

bomba

No hay dudas que el gobierno está metido en el medio de la explosión de la bomba de tiempo kirchnerista. Como si fueran “carros-bomba” de Pablo Escobar, los múltiples artefactos de acción retardada dejados por Fernández, Kicillof, De Vido & Cia están produciendo sus efectos ahora.

Si se quiere bajar la inflación hay que parar la emisión, para parar la emisión hay que cortar el déficit, para cortar el déficit hay que reducir subsidios… Y esto es igual a un despelote social, obviamente incentivado e inflamado por los K ahora desde la oposición.

Si se quiere reactivar el consumo y las inversiones hay que bajar la tasa de interés, pero si se baja la tasa, sube la inflación y la noria comienza a girar de nuevo. Hay que bajar los impuestos, pero eso agranda el déficit y -una vez más- vuelta la burra al trigo. Hay que mejorar a los jubilados, pero eso amplía el gasto, lo cual vuelve a impactar en el déficit. Se trata de una verdadera trampa de Houdini.

A su vez la Argentina demagógica no para de generar disparates. Desde la oposición (la que no solo se limita a los K sino que incluye a gente como Sergio Massa, que, después de haber suscripto varios de los documentos que en años pasados emitieron los ex-secretarios de energía, ahora le dirige una carta al presidente pidiéndole que retrotraiga el ajuste de tarifas) pero también, por ejemplo, desde la mismísima Corte Suprema que con un amateurismo propio de entidades que no tienen su porte, le pidió al gobierno que informe si se hicieron estudios de los ingresos de los usuarios de los servicios públicos para correlacionarlos con los aumentos. ¡Pero a quien se le ocurre que semejante “peinado” puede hacerse! ¿Ustedes se imaginan estudiar uno por uno los ingresos de 25 millones de hogares para luego chequear, también uno por uno, el aumento adecuado para cada uno? Se trata de una tarea poco menos que imposible. Sin embargo, ¿quién pidió ese informe?, ¿Ricardo Echegaray? ¡No, Lorenzetti!

Esta disputa a ver quién es más populista va a devorar el tiempo que nos queda. Es cierto que el gobierno eligió una política “gradual” para enfrentar al monstruo de siete cabezas, bajo el argumento de que una política de shock hubiera despedido de la barca común a millones. Pero lo que está ocurriendo es que la gente está cayendo de la barca de a uno, pero de todos modos cayendo, de modo que todos los días se agrega una pálida diferente.

No sé cuánto tiempo queda para que los caminos aconsejados por economistas como José Luis Espert o Rodolfo Santangelo reemplacen a las teorías de Prat Gay, pero que ese nuevo tic tac empezó a correr no tengo dudas.

En diez meses se estarán cerrando las listas para las PASO de las elecciones de medio término de 2017. Si el gobierno no logra entregar un horizonte de optimismo aunque sea un par de meses antes de ese acontecimiento, pondrá en dudas la gobernabilidad de la segunda parte de su período. Macri necesita producir un giro en materia de inversiones, consumo, nivel de actividad, inflación y empleo antes de abril del año que viene. No sería de extrañar que más temprano que tarde surja la vigencia de aquel viejo dicho que el dolor por cortarle la cola al gato es mejor producirlo de una vez en lugar de someter al pobre animalito a cortes más pequeños pero que, en definitiva, le producen el mismo tipo de sufrimiento.

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