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La cabeza de Boudou

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El libreto del populismo es tan barato, tan grotesco, tal elemental, tan obvio, que a veces no se puede creer cómo pueden ser seguidos sus slogans, sus repeticiones viejas, sus libretos ya ultra conocidos, sus frases antiguas,  que uno adivina aún antes de que las pronuncien.

Hace unos días en ocasión de comenzar el juicio oral al ex vicepresidente Amado Boudou -por el caso en el que intentó robarle el 50% de un auto a su ex esposa- el impresentable ex vicegobernador de la provincia de Buenos Aires, Gabriel Mariotto, tuvo, en ese sentido, una aparición estelar, apoteótica, que podría usarse como una especie de ejemplo de manual de estos mentirosos que se presentan ante el pueblo como sus salvadores, como aquellos gracias a quienes un conjunto de inservibles pueden vivir, y se escudan en esos embustes para robar, para esquilmar a los pobres y para cometer toda clase de tropelías con tal de mantener un poder omnímodo, que silencia las voces de los que los desenmascaran y que echa a la miseria y al hambre a millones de inocentes cuyo dinero roban sin que se les mueva un pelo.

Mariotto enfrentó a la prensa en la antesala del juzgado, diciendo que los “los protagonistas de procesos nacionales y populares tienen que enfrentar la resistencia de los poderosos que siempre quieren la cabeza de sus enemigos en una pica como si fuera la cabeza del Chacho Peñaloza en la pica de los salvajes unitarios”

¿Este hombre habla en serio o nos está jodiendo a todos? ¡Boudou se quiso afanar un auto! ¡Ladrón de cuarta! Peor aún, una rata, que quiso estafar a su mujer con el 50% de un bien ganancial en una controversia por divorcio. ¿De qué “poderosos” habla?, ¿a qué reivindicación nacional y popular se refiere?, ¿con qué “pica de los salvajes unitarios” nos quiere engañar?

Boudou es un vulgar estafador, alguien que quiso birlarle con papeles truchos parte del patrimonio común a su ex mujer. No es ningún luchador popular; es un mentiroso, un niño bien de Mar del Plata a quien le gustan los placeres de los ricos  (las motos, bucear, viajar al Caribe, las mujeres caras) que no tiene la menor idea de la pobreza, que no le importan los pobres y cuya única finalidad es la de quedarse con lo que es de otros.

Lo ha hecho en todos los planos de su vida. Como funcionario, queriendo quedarse –ya no con la plata de los demás- sino directamente con la fábrica de hacer billetes, con la plata de los pobres formoseños a quienes, en complicidad con el gobernador, les robó casi 8 millones de pesos que aquellos no tienen ni para comer; y como ciudadano intentó también robarle a su propia esposa.

Frente a esto el caradura de Mariotto se planta en público, sin que le mueva un pelo y, con una cara de piedra a prueba de balas, elabora toda una teoría que pretende trasmitir la idea de que Boudou es un luchador social que ha sido llevado a los estrados de la Justicia por cometer el delito de defender a los pobres contra los poderosos. ¡Es increíble!

Que un país se haya dado el lujo de tener en su provincia más grande e importante a un vicegobernador como Mariotto, sencillamente no puede entenderse. Y menos aún, claro está, que la Argentina haya encumbrado a la vicepresidencia a un vulgar ladrón como Boudou.

Pero claramente, hay algo aún más grave que esas dos cosas juntas (aun cuando probablemente las dos sean justamente consecuencia de ésta): que el pueblo argentino se crea estas mentiras y les dé espacio a personajes como éstos.

Hay que estar muy lleno de resentimiento para comerse estos versos y no darse cuenta de que estos vulgares estafadores viven precisamente de explotar su odio.

No sé de dónde viene esa rabia de unos argentinos contra otros; de aquellos a los que les va peor por aquellos a los que les va mejor. No sé si los primeros alguna vez hicieron un examen de conciencia para ver si alguna de sus conductas tiene alguna relación con lo que les pasa. O si, al contrario, les ha resultado más cómodo creer que sus penurias son la contracara del goce de otros, o que a ellos les va mal porque a otros les va bien.

Pero lo cierto es que ese caldo de cultivo es el que ha hecho posible que personajes como Mariotto y Boudou (y obviamente los Kirchner) no solo llegaran al poder sino que se volverían multimillonarios. En ese resentimiento de baja estofa se guarecen los ladrones del Estado. Y mientras los argentinos no se limpien de esa furia, estos personajes continuarán usufructuando la mentira odiosa para llenarse de oro.

Que Mariotto haga una metáfora con la cabeza de Boudou -defensor de los pobres- entregada en una pica al banquete de los ricos -en el marco de una causa en donde el ex vicepresidente está procesado por robarse un auto- es una ofensa para los que viven en la miseria, entre otras cosas, gracias a gente como Mariotto, Boudou y los Kirchner.

Sé que es difícil echarse culpas encima. Pero mientras media Argentina no acepte que sus proyectos individuales de vida fracasaron por atender el mensaje de esta gente, el país no cambiará. Si ese resentimiento que proviene de la frustración, de la envidia y de la rabia no da paso a la aceptación de la responsabilidad propia y a un cambio de actitud que se rebele contra la servidumbre, no solo esa media Argentina seguirá en la miseria sino que más impresentables como los Kirchner, Boudou y Mariotto  seguirán apareciendo, listos para llenarse de oro a base de su propia explotación.

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