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Otra prueba de la guerra contra la obviedad

Muchas veces nos hemos referido en estas columnas a la inveterada tradición argentina de ponerse en guerra con lo obvio.

Se trata de una especie de costumbre nacional que consiste en poner en tela de juicio o lo que es evidente o bien lo que quedó ampliamente demostrado en otros países.

Parecería que a los argentinos les encanta practicar ese deporte; se deleitan con poner a prueba lo que ya está probado para -supongo yo- intentar demostrar que siempre hay una excepción a la regla y que ellos constituyen esa excepción.

Este parece ser el caso con la cuestión de la inseguridad y el kirchnerismo.

Obviamente estaba escrito que con el regreso de ese régimen al poder también iba a volver el delito callejero, la suelta de delincuentes, los robos, los asesinatos, el desasosiego de los honestos y de los inocentes y el imperio de un contraorden consistente en salvar a los victimarios y atacar a las víctimas. No sé cuál es el asombro ahora.

El FDT obtuvo el 87% de los votos entre la población carcelaria (que aún me pregunto cómo es que puede votar igual que lo hace un ciudadano que siempre ha cumplido con la ley). 

Esa abrumadora mayoría quiere decir algo. Significa que los delincuentes saben que el kirchnerismo los va a favorecer.

Y así, tal cual, cómo estaba escrito, sucedió. 

Las contingencias del coronavirus fueron la excusa para -incluso, quizás- acortar los tiempos y largar delincuentes peligrosos a la calle para que comenzaran a asolar a la población pacífica, honesta y trabajadora. Tal cual como estaba escrito. Como era obvio.

Ahora hay toda una preocupación por la virulencia que han tomado los delitos y por cómo estas oleadas de maleantes azotan con violencia a la ciudadanía sana.

Pero yo me pregunto: ¿qué esperaban? ¡Si esto es lo que el kirchnerismo significa! Esto es lo que el kirchnerismo vino a hacer.

Entendería la preocupación entre quienes no lo votaron. Pero entre aquellos que pusieron el voto a favor de esta banda impresentable, la sorpresa es, paradójicamente, sorprendente.

Ustedes votaron por eso, muchachos. Era obvio que esto sucediera. Declararse ahora en rebeldía contra las consecuencias y poner cara de alarma ante los móviles de la televisión, no solo no soluciona el problema sino que constituye una conducta esquizofrénica de votar en un sentido y esperar los efectos de haber votado en sentido contrario.

Durante la administración de Macri los problemas obviamente fueron muchos, pero junto con la política exterior, el rubro seguridad es el que más resultados pudo mostrar.

La tasa de delitos se redujo notoriamente. La violencia de los mismos, también. Se habían encontrado y puesto a disposición de la Justicia más de 10000 prófugos que andaban sueltos por el país sin que nadie los persiguiera ni los buscara.

Se dictó la ley de protección a las víctimas, según la cual cualquier juez que se dispusiera a tomar una medida en favor de un delincuente detenido, debía consultar a las víctimas del delito que ese sujeto había cometido antes de favorecerlo con una decisión.

Las fuerzas de seguridad se habían jerarquizado y era notorio el apoyo político que recibieron de parte de las autoridades federales.

Todo este esquema también se puso a votación en octubre de 2019. Todo esto también se puso arriba de la mesa de las decisiones que debían tomar los argentinos.

Muy bien, estos decidieron en ese momento como todo el mundo sabe que lo hicieron. Rasgarse ahora las vestiduras porque el kirchnerismo vino a soltar y a apoyar delincuentes constituye una conducta infantil que supone no querer asumir la responsabilidad por las decisiones que se han tomado.

Y todo esto recién comienza. En su camino hacia la impunidad propia el kirchnerismo no dudará en destruir todo con tal que la destrucción lo favorezca.

Ahora entra en consideración la llamada “reforma judicial”. ¿Qué dudas puede haber de que el kirchnerismo someterá a todo el país a un destrozo institucional sin precedentes con tal de valerse de él para salir impune de los crímenes que cometió en el ejercicio del gobierno?

Ésa también es una obviedad. No caben dudas de que el kirchnerismo pretende inundar la Justicia con tropa propia, destruir lo que queda en pie de la Corte para restringir el acceso de los particulares a sus estrados para defenderse de sus atropellos y diseñar un poder propio para estar protegido contra la persecución penal.

Si para ello debe destrozar el sistema institucional de defensa de los derechos civiles, lo hará igual.

Ayer se conoció la integración de la “comisión” que estudiará la reforma de la Corte. La misma está plagada de zaffaronistas que pretenden dividir la Corte en salas para diluir su poder, al tiempo que persigue restringir el uso del recurso extraordinario para que los ciudadanos tengan más lejana la posibilidad de defenderse frente a los avances del Leviatan.

Cuando todo ese monstruo se perfeccione, es muy posible que los argentinos también reaccionen con asombro y digan: “¡Pero caramba, nos hemos quedado sin derechos!”

¿Y qué esperaban, muchachos? ¿Ustedes votan al kirchnerismo y esperan institucionalidad, respeto a las libertades individuales, seguridad personal y garantías constitucionales? ¡No me hagan reír por favor!

El kirchnerismo vino a destruir todo eso, precisamente para imperar en un campo yermo, poblado de siervos asustados.

Si los argentinos dejarán al menos una vez en la vida de estar en guerra con lo obvio, seguramente evitarían gran parte de las calamidades contra las que luego muestran su asombro.

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