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Fernández 1 vs Fernández 2

Una de mis fuentes de información me asegura que detrás de la decisión de no pagar el bono de la provincia de Buenos Aires que vence el 26 de enero (o por lo menos de amagar con ello) está la mano maestra de Cristina Fernández que habría utilizado a su agente encubierto, el virrey de la provincia, Axel Kicillof, para consumar el empiojamiento de la renegociación global de la deuda del gobierno federal.

No pude confirmar esa información con otra fuente. Pero me voy a salir de los cánones normales del periodismo para actuar, en este caso, por olfato y decir que creo absolutamente en la versión de mi única fuente.

La movida es “tan Cristina” que es como si llevara su marca en el orillo. Bien de cuchillo por la espalda, valiéndose de un agente que le debe todo políticamente, ladina, con la maldad como característica para marcarle la cancha al presidente en lo que él equivocadamente cree es el principal problema del país y el que marcará su presidencia (la renegociación de la deuda), a la jugada solo le falta llevar la foto y la firma de la ex presidente para terminar de confirmar su autenticidad.

Se trata de una prueba más de que el país está frente a un gobierno parcelado en donde los dos equipos se tiran con indirectas mientras no se vean obligados a dirimir sus disputas en una cancha verdadera en un final a todo o nada.

Es como esos boxeadores que para “calentar el ambiente” se tiran en los medios con munición gruesa para atraer más atención a su combate.

Pero el partido debe tener un resultado porque el país no puede seguir en vilo mientras los protagonistas hacen esgrima con las necesidades de la gente. El peronismo tiene una larga tradición de trasladarle a la Argentina toda la responsabilidad de resolver lo que son sus cuitas internas.

Otras veces lo resuelven entre ellos -muchas veces a los tiros, trasmitidos en vivo por la televisión- pero con el país de rehén. Es lo que me parece está ocurriendo ahora, es decir, una situación en donde los jugadores son ellos y la sociedad es una enorme platea que, azorada, mira los espadeos de cuarta con los que estos personajes se chicanean.

No sé por qué el Fernández 1 se creyó que su lugar en la historia pasa por renegociar la deuda. La deuda sería una nimiedad si el PBI argentino fuera 4 veces lo que es (como tranquilamente podría ser). Para lograr eso el presidente debería recalcular la identificación del problema y ubicarlo donde verdaderamente está: el tipo de orden jurídico que gobierna la Argentina.

Si el Fernández 1 se diera cuenta que lo que hace ricos a los países (y por ende intrascendentes a sus deudas) es darse a sí mismos un orden legal que permita la organización espontánea de la sociedad y no un modelo fabricado por el gobierno (de arriba hacia abajo) a fuerza de rebencazos que, para reconciliarse con la democracia, le dan el nombre de “ley”, entonces las chicanas de la Fernández 2 no le harían mella y se desvanecerían como de la serpiente que vienen.

Pero Fernández 1 es peronista y cree, como el creador de su movimiento, que los seres humanos responden, no a estímulos, sino a órdenes, como si fueran soldados. Por lo tanto no tiene lo que hay que tener para derribar un enjambre legal coercitivo, asfixiante, prohibitivo y asesino de las fuerzas productivas y creativas que podrían diluir -si estuvieran libres- la deuda en un océano de abundancia.

Fernández 1 sigue creyendo en un orden social logrado a base de un organigrama fabricado por burócratas que deciden cuánto le debe corresponder a cada uno. Dista mucho de entender los órdenes elementales por los que se guían las decisiones de los hombres y la embiste contra la realidad como el toro enceguecido lo hace contra la capa roja del torero.

Los niveles de producción de un país organizado de ese modo, como si fuera un cuartel, serán bajísimos y, en ese mismo escenario, la deuda sí se convertirá en el fiel, ya no de la balanza, sino del precipicio.

La señora sabe esto y está lista para empujar a su víctima. Como sabe que por el meridiano de la deuda pasa gran parte de la estabilidad del presidente no duda en jugar sus fichas solo para recordarle que él es solo un delegado.

Fernández 1 aceptó estas reglas para llegar. Pero, como buen peronista, bien podría romperlas para mantenerse. Fue lo que hizo Menem con Duhalde, Duhalde con Menem y Kirchner con Duhalde. De él depende que la señora siga moviéndole la única cuerda que el presidente cree que lo sostiene.

Si fuera audaz apostaría a cambiar de cuerda. Es justo reconocer que solo los peronistas han sabido demostrar suficiente audacia, cintura o “traición” en el pasado, cuando se trataba de dirimir su propia subsistencia.Dejando de creer que la deuda es su principal problema el presidente podría matar varios pájaros (y “pájaras”) de un solo tiro. Solo tendría que animarse. Ni él, ni el país tienen demasiado tiempo   

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