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El estrecho desfiladero del presidente

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De los tres ejes de campaña que se propuso el presidente Macri (pobreza cero, detener el avance del narcotráfico y unir a los argentinos) probablemente éste último sea el que más vaya a costar en términos de concreciones rápidas.

Desde ya que el caudal de votantes que se inclinó por Cambiemos el 22 de noviembre es el gran sostén del gobierno. A eso debe sumársele una cantidad importante de argentinos que no lo votaron pero están conformes con las primeras acciones del presidente. Se dice que la imagen positiva de Macri supera en estos días el 65%.

Pero aún queda una franja de la sociedad muy hostil al gobierno y particularmente al presidente. El ex ministro Kicillof, a quien lo correría un código penal completo si la mala praxis fuera un delito, se animó a decir que las medidas de Macri eran “criminales”. Carlos Kunkel llegó tan lejos como decir que quienes se sintieran tocados por las medidas del gobierno deberían ir a tocarle el timbre a quienes ellos sepan votaron por Macri para “pedirles explicaciones”. La Sra. de Kirchner apenas 48hs después de dejar el gobierno, reclamó “más democracia”. Hebe de Bonafini dijo que había que llenar las plazas de todo el país para demostrarle a “este hijo de puta con quien se enfrenta”.

Se tratan de expresiones incalificables, muchas de ellas increíbles, en el más original sentido de la palabra, pero que apelan a los sentimientos de esa porción adversa de la sociedad que puede achicarse o agrandarse según sea la propia performance del gobierno.

Quizás la quintaescencia de ese conjunto de personas lo haya expresado, paradójicamente una extranjera –la canciller venezolana- cuando en Asunción dijo que Macri, como primera medida de gobierno, había liberado a los torturadores de la dictadura militar y que había firmado leyes que avalaban la tortura y la desaparición de personas. Va a haber que estar preparado para estos niveles de disparate, incluso aquí, dentro de la propia Argentina.

Aunque resulte lastimoso hay que reconocer que gran parte del secreto para neutralizar esas acciones y esos apelativos al odio, radica en el éxito económico del gobierno, es decir, en qué medida el programa del nuevo gobierno empieza a demostrar que puede entregarle a la gente un mejor nivel de vida y un salto en la calidad de sus servicios.

Un papel fundamental jugarán allí los sindicatos, que no son lerdos para andar con una cinta métrica para medir la “fortaleza” de quien ha llegado nuevito al juego de gobernar.

Hugo Moyano, por ejemplo, contribuiría muy poco al propio éxito de sus afiliados si endurece su postura de un bono de fin de año de $ 12000 para los camioneros. El efecto cascada que eso produciría en la economía sería desastroso para los propios trabajadores.

Pero al mismo tiempo que ese tipo de demandas empiecen a quedar “insatisfechas” puede ser alimento suficiente para que la franja social que aun anima por sentimientos de rencor influya sobre sectores sociales más neutros o incluso hoy favorables a Macri, para que esa ecuación empiece a cambiar.

El presidente está, por lo tanto, atravesando un estrecho desfiladero entre los desastres heredados de la administración del populismo de Cristina Kirchner, las presiones propias de los que tienen años de maestría en domesticar gobiernos nuevos y una notoria situación de escasez a la que lo sometió la impericia y la mala entraña de la ex presidente y sus amanuenses.

En ese marco, sigue resultando extraño que los equipos del presidente no den a conocer en blanco sobre negro la situación que han recibido, tanto a nivel nacional como, fundamentalmente, a nivel de la provincia de Buenos Aires.

La gobernadora Vidal y funcionarios del equipo económico han hecho referencia a una situación de “quiebra” en más de una oportunidad. Pero eso puede no resultar suficiente cuando sea preciso poner en cabeza de cada cual las responsabilidades que surjan de aquí en adelante.

Pronto se van a empezar a desdibujar los límites de una administración y otra y para evitar que la franja rencorosa opere sobre mentiras sería imperioso dar a conocer la radiografía de lo heredado.

Ese magma social que no se ha dado por vencido es volátil, como todo magma. Como todo magma, también, tiene un núcleo ardiente casi inapagable se haga lo que se haga y círculos concéntricos cuya temperatura cae conforme nos alejamos del núcleo.

Si la actividad del núcleo crece, la temperatura de los círculos concéntricos aumentará. Inversamente, si se pueden enfriar los círculos concéntricos el núcleo quedará reducido a aquella porción poco menos que incandescente, pero de escaso peso específico en la sociedad.

Esta tarea de mago, más que de ingeniero, es la que enfrenta Macri, en su tarea de “unir a los argentinos”. Si el mecanismo de relojería -dependiente a mi criterio de la economía- funciona, la sociedad se irá pacificando y la unión será posible. Para que la economía empiece a reaccionar, la sociedad debe tener en claro cuál es su punto de partida. La verdad debe ser, en gran parte, la base de la unión.

Ojalá Dios ilumine no solo al presidente sino a todos los que juegan una responsabilidad aquí, a estar a la altura de las circunstancias. La continuidad de la división no solo será un fracaso para el gobierno, sino una condena para todos, aunque algunos lo consideren una victoria para la revolución.

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