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Es el comercio, estúpidos!

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Fue una verdadera pena que el presidente Macri no pudiera reunirse finalmente a solas con la premier ministro británica Theresa May y con Emmanuel Macron. Con este último sí tuvo un encuentro rápido que sirvió para que el presidente francés comprometiera su esfuerzo en liderar a la Unión Europea para que firme un tratado de libre comercio con el Mercosur que pudiera ser anunciado antes de fin de año.

Pero May canceló imprevistamente la reunión bilateral que ella misma había solicitado. Se adujeron motivos de agenda, pero siempre es frustrante saber que, en la distribución de los tiempos, uno no es elegido para ocupar un lugar en el schedule.
Era una oportunidad magnífica para conversar con la premier sobre las diversas cuestiones que ambos países arrastran como pendientes, entre ellas, obviamente la situación de las Islas Malvinas.

La Cancillería tiene un plan para las islas –no para recuperar la soberanía inmediatamente pero sí para iniciar procesos de acercamiento comercial en la explotación de recursos de los que las tres partes podrían beneficiarse.

Más allá de que la población isleña es enteramente británica (en el sentido de pertenecer al Commonwealth y de no tener aparentes intenciones de abandonarlo) la asociación con la Argentina, por obvios motivos geográficos, le sería muy útil. Gran Bretaña también se beneficiaría al bajar enormemente su “costo de riesgo” y poder participar, incluso de los dividendos de las empresas que se emprendan conjuntamente.

Para la Argentina no hay dudas que serían todos beneficios: de estar sometida a una zona de exclusión marítima y área pasaría a poder intercambiar personas y productos de manera libre. Ni hablar si las prospecciones de explotación petrolera se confirmaran. Y del mismo modo la enorme capacidad ictícula de la región.

Ambos países podrían asociarse para proteger el área contra la explotación ilegal de buques asiáticos que depredan la vida marina. Las islas no tienen la logística para hacerlo por sí mismas, para GB es muy caro por las distancias y la Argentina tiene sus flotas de defensa devastadas.

Pero además, el presidente, podría haber indagado de primera mano la posición personal de May sobre el Brexit y que piensa en la intimidad sobre la separación de Gran Bretaña de la Unión Europea. Podría haber tenido una impresión de cómo el partido conservador de Cameron fue a una elección con tanta seguridad para encontrarse, luego, con una sorpresa inesperada. Esas oportunidades de tener acceso a esa información privilegiada, no tiene precio.

Y además, claro está, podrían haberse llevado adelante conversaciones para establecer con GB un acuerdo de libre comercio directo, diferente al de la UE.

En el caso de Macron si bien no se trató del encuentro esperado, al menos el presidente puedo intercambiar este diálogo inicial con quien es hoy el jefe de Estado que más se le parece al argentino, más allá de su nombre.

Francia, otras dimensiones, claro está, también estuvo a punto de caer en desvaríos delirantes de los cuales el ballotage que eligió al actual presidente la puso a salvo. Pero esa circunstancia no impide ver que el país incuba sentimientos nacionalistas, autoritarios y hasta xenófobos que la Argentina también manifiesta y que estarán de nuevo en el foco de atención de las elecciones de octubre.

La Argentina, por otro lado, será sede de esta misma reunión el año que viene. Los incidentes que se produjeron en Hamburgo durante casi todos los días de la reunión debe poner en alerta al gobierno que dice que ya desde ahora está trabajando en los operativos de seguridad.

A propósito de estas demostraciones y de estos manifestantes no puede dejarse pasar por alto lo que el mundo presenció a fin de siglo pasado y en los primeros años de éste y en que fueron derivando todas esas democtraciones.
En efecto, durante los ’90 y los primeros años de los 2000, eran usuales las apariciones de los llamados “globofóbicos” -es decir aquellos que se quejaban contra el proceso de globalización e integración de las economías mundiales- durante las reuniones de grupos como el G20 y sus predecesores.

Hay que decir con todas las letras que esos movimientos fueron los que derivaron en los actuales “Trumps”, “Le Pens” o la propia Theresa May.

Estos líderes de hoy que persiguen cerrar sus países y reducir el comercio libre comparten con aquellos encapuchados y lanzadores profesionales de piedras la misma visión nacionalista y cerrada del mundo.

A esta altura de los tiempos parece redundante argumentar sobre lo que produjo el extraordinario desarrollo mundial de los últimos 70 años (casualmente coincidentes con la decadencia argentina, cuando el país decidió abrazó las ideas derrotadas en la Segunda Guerra Mundial, contraviniendo toda la lógica de la ola mundial de comercio e integracionismo).

Esa simple idea -que alargó la expectativa de vida al nacer, derrotó pestes y enfermedades, redujo el hambre, la pobreza, puso al hombre en la Luna hasta llegar a los día actuales en que desde un tablero de computadora puede diseñar su vida- fue, simplemente, la multiplicación del comercio.

De allí que sea de lamentar las reuniones cara a cara canceladas que el presidente tenía previstas en esta reunión del G20, y que sea de pensar, de aquí al año que viene, no solo los aspectos de seguridad (sin duda trascendentes) sino el mensaje que los argentinos debemos recibir sobre lo que significa para un país alejado como el nuestro insertarse en un mundo global para competir y contribuir a generar una mayor riqueza que nos saque de la asfixia a que nos sometió el proteccionismo autoritario y nacionalista de opereta.

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