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El reino del ridículo

Las elecciones PASO tomaron el nombre de la palabra que utiliza la política norteamericana para designar el proceso de democracia interna de  los partidos en la elección de sus candidatos. Ellos designan todo ese trámite con el nombre de “primarias”.

En el caso norteamericano está claro que el proceso está a cargo de los partidos, dirigido a sus seguidores y destinado a dirimir las chances de sus propios candidatos. Es lo que se dice un procedimiento de sentido común dentro de una determinada agrupación que, en este caso particular, tiene un contenido político, pero que podría repetirse con la misma lógica en la vida de cualquier otra asociación cuyo objeto sea otro diferente a la política.

Nosotros como de costumbre inventamos un monstruo. De la mano de Néstor Kirchner se generó un proceso obligatorio para toda la ciudadanía, de ocurrencia simultánea y abierto a cualquier elector. Esto, en la práctica, significó la duplicidad de un proceso electoral general que anticipa las elecciones válidas para elegir candidatos pero que, en la mayoría de los casos, no tiene diferencia alguna con él.

En el pasado hubo casos en donde hubo más de una fórmula por partido y las PASO tuvieron algún sentido. Si bien nunca se entendió la obligatoriedad, la confusión del todo con lo que es la vida interna de un partido y el hecho de que se llevaran a cabo simultáneamente, en algunos casos, repetimos, sirvieron para consagrar una fórmula determinada. A un altísimo costo y bajo un procedimiento estrambótico y completamente fuera del sentido común, pero sirvieron.

En esta ocasión ningún partido de los que se presentarán a elecciones nacionales en octubre tiene más de una fórmula interna entre las cuales decidir. Todos llevan un solo candidato. No hay competencia interna ni en Juntos por el Cambio, ni en el Frente de Todos, ni en Consenso 2030, ni en la izquierda, ni en la agrupación de Espert ni en ninguno.

Las PASO van a costar casi 5 mil millones de pesos. La pregunta es: ¿para qué hacerlas?, ¿somos tarados o qué? Someter a elección algo en donde no se elige nada es francamente de infradotados, máxime cuando lo que cuesta el proceso es una fortuna millonaria.

¿Por qué el país cae en estas imbecilidades manifiestas? Quiero decir, es absolutamente ridículo elegir lo que no hay que elegir, ir a votar algo que ya fue votado. Francamente no se entiende cómo la sociedad no tiene los resortes vitales que hagan detener este absurdo.

Nadie se enfrenta a Macri, ni a Fernandez, ni a Lavagna, ni a Espert, ni a Del Caño. Todos ellos irán a octubre sea cual sea el resultado de las PASO. La ciudadanía irá a votar sin ningún sentido.

Es hora de reformar este galimatías. Las primarias deben ser procedimientos internos de los partidos, financiados por sus propios bolsillos y dirigidos a sus propios afiliados. Además se deben llevar a cabo en momentos diferentes y, desde ya, sin comprometer obligatoriamente a la sociedad que no quiere participar de la vida interna de ese partido.

Se trata de principios de sentido común. De lo que haría cualquiera a quien le dijeran “organizame una manera de dirimir opciones internas de un partido”.

Que la Argentina insista en este procedimiento pese a que la experiencia ha demostrado palmariamente que los partidos no tienen ninguna voluntad de tener competencias internas es otro hecho más que motivaría un estudio serio de nuestra psiquis.

En el país no hay forma de que en un mismo espacio convivan personas con ligeros matices de diferencia, que justamente una “primaria” podría dirimir a la hora de presentarle una fórmula del partido a la sociedad.

Aquí, en la Argentina, en cuantito aparece una ligera diferencia dentro de un mismo espacio, ese miniespacio se separa de la nave madre y genera  un universo propio, aun cuando tenga apenas unos miles de seguidores. La idea primigenia de una vida interna intensa en los partidos que pueden discutir diferencias a la hora de presentarle un candidato del sector a la sociedad, pero que luego me completado el proceso interno de selección todos se encolumnan detrás del apoyo del elegido por el procedimiento de democracia interna, es completamente exótica. Cada vez se ha ido alejando más de la realidad política argentina.

Fijense el caso de Lavagna, por ejemplo. No tiene ninguna chance. Él lo sabe. Representa junto con Urtubey un centro “sensato” que tranquilamente podría competir en una interna contra Macri-Pichetto y luego aunar esfuerzos para las presidenciales de octubre. Pero no. El Sr del “consenso” lo único que hace es rehuir del consenso.

El país debe volver al sentido común en una variedad infinita de aspectos. Pero este es urgente. La ridiculez de las PASO y la pérdida enorme de recursos que significan lo imponen cuanto antes.

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