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El amigo del Papa no entiende

El burro a pedal (porque ni siquiera es un burro a motor) de Eduardo Valdez acaba de decir que no se explica por qué el Fondo Monetario Internacional reclama una reforma laboral. 

Dice que no entiende en carácter de qué y con qué autoridad el FMI hace esa sugerencia.

Obviamente solo un burro puede tener dudas respecto de la respuesta. Un burro o alguien a quien le conviene hacerse el burro.

No sabemos en qué categoría ubicar a Valdez, aunque siendo amigo del Papa da bastantes indicios.

Pero volviendo a su duda inicial, debemos decir que la respuesta es muy sencilla: la Argentina le debe mucha plata al FMI. Muy bien ¿Hasta ahí estamos de acuerdo, Eduardo? Quiero ir despacio para no estresar su cansino cerebro.

En general, como ocurre con los individuos y con las familias, el que debe plata tendrá más posibilidades de pagar si puede trabajar y si tiene trabajo. ¿Cómo vamos hasta ahí, Eduardo?

Voy a suponer que vamos bien, que su escaso entendimiento, alcanza, sin embargo, a entender esa obvia simpleza.

Continuemos entonces. 

La ley laboral argentina, tal cual está planteada, prohíbe, de hecho, trabajar.

Obviamente no dice taxativamente que el trabajo está prohibido, pero lo embadurna de tantas regulaciones que, a los efectos prácticos, es como si lo prohibiera.

Le voy a poner un ejemplo para que lo entienda por si su mente, a esta altura, comienza a nublarse.

Supongamos un Jefe de Gobierno de la Ciudad cuya intención última sea prohibir la circulación de motos. Como no puede imponerla de esa manera -porque su pretensión sería inviable- redacta una resolución por la cual para poder circular en moto, estas tendrán que tener sus manubrios bañados en oro. 

Resulta obvio que pese a no estar estrictamente prohibida por la ley, la circulación en moto se volverá inviable.

Esto es lo que ha ocurrido con la ley laboral argentina: el Estado ha hecho que sea tan caro tomar un trabajador en blanco que estos no alcanzan a sumar el 70% de la masa laboral. El resto o no tiene trabajo o está en la informalidad.

Es paradójico, pero la “cristiana” pretensión de la seguridad total ha engendrado lo que tanto temía: el reinado de lo salvaje, en donde no existe, no una ley laboral, sino ninguna ley.

En esas condiciones la capacidad del país para generar empleo ha caído al décimo subsuelo. No hay trabajo. Y el que hay es improductivo y fuera del circuito gravable por una ley impositiva razonable.

El resultado es que la riqueza del país disminuye. De hecho, a moneda constante, la Argentina es hoy más pobres que hace 80 años.

Obviamente un país que no trabaje no podrá pagar. Por eso el FMI está interesado en una reforma del orden jurídico laboral que le permita a los argentinos trabajar.

Si estos pueden trabajar la riqueza aumentará y si la riqueza aumenta el FMI cobrará su cuenta.

Es decir, no hay detrás la sugerencia una confabulación para someter al país al capitalismo. 

Lo que hay es puro sentido común de conveniencia: “si logro convencer a esta gente de establecer una ley que los deje trabajar, es posible que cobre”.

No sé, Eduardo, si estas líneas han sido suficientes para abrir su cabeza de termo. Pero no se podrá decir que no lo he intentado.

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