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D’Elía y un horizonte previsible

La semana pasada, Luis D’Elia, desde los micrófonos de su Radio Cooperativa dijo lo que Cristina Fernández piensa: que si ganan las elecciones implantarán un dictadura nacionalista popular revolucionaria, que cambiará la Constitución, confiscará las empresas, nacionalizará la banca y el comercio, introducirá una reforma agraria y urbana (léase expropiar propiedades de segunda vivienda o desocupadas, como mínimo), “expoliará” (dixit) Clarín, echará a todos los jueces federales y meterá presos a los que pusieron entre rejas a sus secuaces.

Es lo que Fernández y sus acólitos mascullan día a día en el Instituto Patria. La jefa de la banda no tiene otra pensamiento que no sea ese. Viene por el degüello de todos los que sobrevivieron a sus crímenes.

Es así. Lo pueden negar, pero eso es lo que piensan hacer.

Se trata del modelo cubano con venganza recargada, llena de todo el odio acumulado en estos cuatro años.

D’Elia debería estar preso. Hace mucho tiempo. El episodio de la comisaría sucedió hace 15 años. ¿Como es posible que éste energúmeno esté suelto como un ciudadano honrado?

Bueno, del mismo modo que un motochorro roba o mata y queda libre a las 48 hs.

Ahora la detención de D’Elia ha sido dispuesta nuevamente. Veremos en qué termina.

Pero lo importante es lo que tienen en mente. Y lo que tienen en mente es ese plan que, enfundado en sus auriculares Sony, D’Elia vomitó en los micrófonos de una radio, medio que seguramente se encargará de prohibir a todos los que no piensen como ellos.

El peligro no debería subestimarse.  Y tampoco el hecho de que, para lograr su cometido, sellen una alianza con el peronismo.

Éste no tiene frenos morales, ya lo conocemos: si cree que el cristino-kirchnerismo es un trampolín útil para llegar al poder no dudará en usarlo. En ese sentido, Sergio Massa, es el que mejor expresa la estatura moral de ese movimiento: puede adaptarse a cualquier color del camaleón con total de hacerse del poder.

Frente a este horizonte el país sólo tiene disponible una opción que hasta ahora ha fracasado económicamente, una opción que decepcionó, una opción que no pegó una cuando se trata de poner al país de pie y en un rumbo de desarrollo y crecimiento.

Se trata de un panorama desolador para el votante. Mafia comunoide o suavidad inoperante.

Patricia Bullrich es la única integrante del gabinete de Macri que dio alguna pista en el sentido que la lección de la velocidad ya la habían aprendido; que si ganaban un segundo mandato deberían hacer las cosas más rápido y más concentradamente.

¿Lo habrá entendido el presidente y, sobre todo, su círculo áulico del “no se puede”?

Parece mentira que el lema de campaña de Cambiemos haya sido “si se puede” y luego el “no se puede” (por diferentes causas) haya sido lo que primó en la realidad.

Porque, la verdad, es que cuando no fue por una cosa fue por la otra, pero el “cambio” no pudo operarse.

¿Cómo convencer a los decepcionados que la mafia comunoide es peor?

He ahí el dilema que tienen delante los cráneos de la campaña de la coalición de gobierno. 

Por supuesto que sería mejor que nos convenzan de lo buenos que son. Pero eso quizás sea pedir demasiado. Tal vez sería interesante que se concentraran en mostrar la verdadera cara de la alternativa.

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