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Date por presa

07-12-2017_buenos_aires_la_ex_presidenta_crop1512678932401

La documentación que se ha conocido ayer de fuentes de la cancillería respecto de cuáles fueron las negociaciones del gobierno de Fernández con Irán por el Memorándum de Entendimiento, termina por confirmar que la movida no tuvo otro objetivo más que liberar a los acusados por la justicia argentina de ser los autores responsables de la voladura de la sede de la Amia en julio de 1994 de los impedimentos que pesaban sobre ellos por las ordenes de captura internacional dispuestas por Interpol y conocidas como “circulares rojas”.

Esas alertas impedían a cinco altos funcionarios de la jerarquía iraní desplazarse por el mundo porque la Argentina había solicitado que se los aprese para someterlos a interrogatorio frente a los estrados de sus juzgados.

La cancillería reveló ahora una nota de sus pares iraníes en donde confiesan que lo que efectivamente habían negociado con Fernández por el Memorándum era retirar de la esfera judicial todo el entuerto y pasar a considerarlo como un “asunto diplomático” a ser resuelto por esa vía, por fuera de la intervención de los jueces y con la consiguiente caída de las ordenes de captura.

Es más, la nota dice expresamente que por el punto 7 del acuerdo ambos gobiernos acordaban remitir las actuación al comando superior de Interpol para que procediera en consecuencia.

Si procurar la liberación y ayuda de asesinos de argentinos en el atentado más grave de la historia del país es un acto en sí mismo de traición a la patria será una cuestión que deba ser procesada e interpretada por los jueces.

A la luz de lo escrito en la Constitución parece no haber lugar a dudas: es un traidor, según los Padres Fundadores, quienes se alíen o presten ayuda a los enemigos de la Argentina y no cabe duda que quien manda volar un edificio entero con cientos de argentinos adentro es un enemigo del país.

Pero dejemos eso a un lado por un momento para jugar con el beneficio del debate. De lo que no cabe ninguna duda es que Cristina Fernández y sus secuaces negociaron con Irán la liberación de los asesinos y que utilizaron los resortes y el poder del Estado y de las instituciones argentinas para logran dicho objetivo.

Es más, aún hoy Irán sigue oponiendo ese documento para negarse a entregar a los prófugos y es ese el principal impedimento para que los culpables paguen sus muertes ante la Justicia.

Por eso, más allá de lo que ocurra con la interpretación final de la figura de traición a la patria, no cabe ninguna duda es que Fernández debe estar presa por el delito de encubrimiento de las personas que los jueces argentinos tenían por sospechosas de ser los autores de un crimen descomunal.

Es, para el caso de Fernández, la culminación final de una cadena de bajezas que desde el primer minuto de su existencia la hicieron impropia de presentarse siquiera con la aspiración de gobernar la Argentina.

Solo un país tan oscuro y retorcido como el nuestro pudo haberse dado el lujo de que una delincuente de semejante calaña lo haya gobernado tanto tiempo. El encubrimiento de extranjeros asesinos de argentinos es como la frutilla del postre de una carrera criminal que no dejó tipo penal por violar. Fernández robó, corrompió, utilizó el poder para su beneficio personal, se cacareó -sin que se le moviera un pelo- en la cara de los pobres, estafó, eludió la ley, se aprovechó de ella, prepoteó a la Justicia, envileció las instituciones, amenazó con quedarse con todo lo que se moviera en el territorio de la república y, finalmente, pactó con el enemigo condiciones que solo lo beneficiaban a él, sin contraprestación de beneficio aparente para el país, aunque –en tren de conjeturas- uno podría echar a volar su imaginación sobre cuáles fueron las contraprestaciones secreteas que ella recibió en lo personal por avanzar con ese procedimiento. Porque obviamente tenemos todo el derecho a pensarlo, conociendo, como conocemos ya, a este personaje infame.

La figura de traición a la patria creo que le hace un favor a la traidora. Es tan fuerte lo que significa en términos morales que hasta podría valerse de ello para zafar de la ignominia bajo el pretexto de que la acusación es ridícula y hasta “anticuada”, como han dejado entrever sus abogados y sus seguidores.

Por eso, regalémosle, esa condonación. Pero, señora, dese por presa por el resto: usted pactó con los asesinaos la vía regia de su libertad, usó las instituciones de la nación para encubrir su escape, y eso está confirmado por la documentación de la que se dispone y por las propias declaraciones de sus beneficiados.

La parte sana de la sociedad ya no tenía dudas de que su propia persona era la encarnación misma de la vergüenza. Pero ahora queda demostrado por el incontrastable peso de los documentos y de la evidencia. Ojalá la Justicia la ponga en el lugar en el que hace mucho tiempo debió estar.

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