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Coimas o chantajes

Una vez liberado el contenido de los Cuadernos de las Coimas K (el nuevo “CCK”) se va presentando un interesante debate (uno entre tantos) que hace a un distingo posible entre “coimas” y “chantaje”.

En efecto, muchos de los argumentos que los empresarios han salido a divulgar en sus declaraciones públicas es que ellos se vieron en la obligación de pagar esos dineros porque estaban en juego sus empresas, sus trabajos y en mucha medida la suerte de muchísimas familias que dependían de esos establecimientos.

Otra teoría dice que los empresarios eran cómplices de los políticos y que participaban del robo en alguna medida porcentual. Hay una corriente importante que, en lo que se refiere particularmente a la obra pública (recordemos que los Kirchner reprodujeron su matriz de robo en un abanico muy amplio de las actividades del Estado), sostiene que lo que los empresarios debían entregar era el adelanto completo que como “anticipo de obra” el Estado les daba, según lo establecido en las adjudicaciones de obra.

Como no podía ser de otra manera la discusión se trasladó a las redes sociales en donde aparecieron “militantes” de uno y otro bando. En ese sentido, el pensador, ex directivo de los medios, ex empresario también, Dardo Gasparré, sostiene fuertemente en Twitter que los empresarios no pueden aducir que han sido extorsionados porque aparecían en primera fila de los actos kirchneristas aplaudiendo a los extorsionadores.

Se trata de una posición entendible y razonable, pero respecto de la cual nunca podremos estar seguros si la extorsión no comprendía, justamente, el dinero y el aplauso.

En este sentido no debemos olvidar que gran parte de la banda de los Kirchner estaba compuesta por herederos revolucionarios de los ’70, inventores de los “impuestos” a las empresas para que las “Orgas” guerrilleras no los secuestraran o no les mataran a sus familiares. Nadie podría asegurar que, en estos tiempos, con un mayor grado de sofisticación “democrática”, estos mismos personajes no hubieran impuesto un mecanismo de chantaje similar que, encima, les permitiera financiar su mantenimiento en el poder mediante “elecciones” compradas o por el ejercicio de otros mecanismos “electorales” que exigieran el gasto de dinero en efectivo (como financiar revueltas antes de las elecciones, pagar barras bravas para que efectuaran distintos “trabajos” a cuenta de los mafiosos que ocupaban los sillones del Estado, etcétera)

En ese sentido es interesante agregar que uno mismo ha tenido la oportunidad de participar de conversaciones con empresarios que contaban las más oscuras costumbres del gobierno pero que, tras cartón, se negaban sistemáticamente a salir al aire.

Perdón por la autorreferencia pero desde este lugar y desde nuestros libros “Así Somos y Así nos va”(Ediciones B, Buenos Aires, 2007) y “La Idolatría del Estado” (Ediciones B, Buenos Aires, 2009) reclamamos más de una vez que esa porción privilegiada de la sociedad (porque tuvo la posibilidad formarse mejor que el promedio, porque tenía cierto roce internacional por haber viajado y por saber cómo son las cosas en otros países) tenía la obligación moral de hablar y de salir a defender un modelo de convivencia libre, basado en la autonomía de la voluntad, en el espíritu de la Constitución y en el modelo de sociedad libre. Siempre se negaron. Nunca lo hicieron.

Sería muy interesante conocer también esa parte de la historia. Allí se halla encerrada la respuesta a muchos interrogantes acerca de por qué no funcionaron contra el atropello kirchnerista -y, si se quiere, anteriormente, contra el atropello peronista- las fuerzas vivas de la sociedad para detener el totalitarismo, la tiranía y la dictadura, como el mismo Perón definió a su movimiento y así mismo       (Ver You Tube: “El Cáncer de la Argentina”, primera parte https://www.youtube.com/watch?v=4aJebeGtgaA&list=PLymZ9h6ZyJSd_2YKqLrmcORrPovcImyrL)

Es humano tenerle miedo a la violencia. Y a la violencia del Estado -que puede ejercerse físicamente o de otros modos- aún más.

El lunes después de la Semana Santa de 2005 el fiscal federal Eduardo Taiano y su familia no estuvieron en Buenos Aires el fin de semana largo. Durante aquellos días, el funcionario judicial no habló  con nadie sobre qué decisión tomaría respecto a la primera causa por supuesto enriquecimiento ilícito del entonces presidente Néstor Kirchner. El juez que llevaba el expediente, Julián Ercolini, había decidido sobreseer al mandatario sin siquiera realizar una pericia contable de sus declaraciones juradas. Ese lunes, Taiano regresó a la fiscalía número 3, que encabeza, en el piso 5 de los Tribunales de Comodoro Py, Retiro. Debía comunicar si avalaba la medida tomada por el juez. Era el último día para apelar la decisión de Ercolini y evitar que se cierre el expediente. “No llegó”, alertó al juez por teléfono un familiar cuando le notificaron que uno de los hijos de Taiano no había llegado a su clase particular de Matemática. El hijo del fiscal había salido de su casa a las 9 de la mañana, ese lunes de 2005. En la esquina de avenida Santa  Fe y Pueyrredón un auto se detuvo a su lado. Uno de los hombres que estaba en su interior descendió y lo metió dentro. Lo sentaron atrás, con la cabeza gacha. Le quitaron la mochila y comenzaron a  revisar sus pertenencias. mochila y comenzaron a revisar sus pertenencias. El chico nunca vio el auto ni a quienes lo secuestraron. No llevaba celular. No le robaron nada. Revisaron su billetera y vieron que guardaba una tarjeta personal de su padre, en la que consignaba su cargo  de fiscal federal. Le dijeron: “Sos hijo del fiscal”. Dieron vueltas durante dos horas. Lo dejaron en Barracas, cerca de la casa de un familiar. Ese lunes, el fiscal Taiano decidió no apelar la decisión del juez Ercolini y la primera causa por enriquecimiento ilícito contra Kirchner se cerró. (Fuente www.perfil.com).

¿Fue Taiano un corrupto o una víctima de una “Orga”? ¿Estaba en posición de poner en peligro la vida de su hijo y apelar? Nadie lo sabe más que su conciencia.

No hay dudas de que lo que se llama “empresariado” en la Argentina no ha estado a la altura de las circunstancias. Nos remitimos para ello a lo que dijimos más arriba sobre nuestros propios dichos. No hay duda de que no han tenido (con algunas honrosas excepciones) lo que hay que tener para salvar al país del autoritarismo. Muchos de ellos han dicho que esa no es su función en la sociedad. Que ellos deben trabajar y pagar impuestos. Está bien. Pero cuando un conjunto de ladrones se apodera del Estado hay que hacer un distingo entre ocuparse de sus negocios y ser cómplices por omisión de una banda impresentable.

La sociedad está frente a una oportunidad histórica de sopesar todos estos elementos. Una sociedad que tampoco puede declararse completamente inocente de lo que nos ha ocurrido.

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