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Ahora resulta que quiere la unidad

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El patetismo de Fernández ya alcanza ribetes frente a los cuales el idioma castellano empieza a tener dificultades para describir. Ahora no se le ha ocurrido mejor idea que proponerse como prenda de unión de lo que ella llama “sensibilidades opositoras”. ¡Justo ella que dividió al peronismo, denigró a Perón, inventó un sello de goma para ir a las PASO por afuera del partido y se negó a participar de cualquier interna! ¡Justo ella ofreciéndose como centro del universo cuando no es más que una estrella próxima al estrépito!

Resulta francamente sorprendente su caradurismo, hasta dónde le da la cara para girar 180° su estrategia y pretender presentarse como paloma de la paz cuando todo el mundo sabe que la paz, precisamente, no es su terreno.

Inició su campaña antes de las primarias pretendiendo hacer centro en las vicisitudes económicas que, según ella, vivía el país por culpa de las políticas de Cambiemos. Pero como todo lo que toca lo arruina, también arruino esa estrategia y, como por arte de magia, todas las variables económicas empezaron a mejorar: el empleo, la producción industrial, el consumo, las exportaciones, la inflación, etcétera, etcétera.

En medio de esa reconversión -¡oh casualidad!- un grupo de sediciosos, que pretende la escisión de parte del territorio argentino, produce hechos de violencia en la ruta 40 (al estilo de su socio político “Quiebracho”, también íntimo del kirchnerismo) escenario en el cual, misteriosamente, desaparece una persona de nombre Santiago Maldonado.

A partir de allí la actriz psicópata que ejerció las veces de presidente de este país durante dos períodos y que desde allí lideró una banda criminal organizada para saquear el Tesoro Público (lo que alguna vez debería ser causa suficiente para que un conjunto de especialistas investigue qué cosa realmente le ocurre a los argentinos) pegó un triple mortal en el aire, se olvidó de su discurso de campaña basado en la economía, e inventó el muñeco de la dictadura para trasmitir la idea poco menos esquizofrénica de que el gobierno de Mauricio Macri es igual al de Videla.

A todo esto, en el terreno de los hechos reales, no se conoce un solo avance en la investigación por la búsqueda de Maldonado que no haya sido aportado por el mismo gobierno que la extraviada llama “dictadura”.

Toda la investigación por anillos de responsabilidad que se ha hecho entre los gendarmes que participaron del operativo ordenado por la Justicia para desalojar la ruta 40 de delincuentes, ha sido encarada por el propio gobierno.

Ninguna de todas las iniciativas de investigación salió del juzgado de Otranto; todas salieron del escritorio de Patricia Bullrich y de las órdenes personales del presidente.

Por eso la ciudadanía debería estar muy atenta para desenmascarar definitivamente a este personaje siniestro que el país tuvo la mala fortuna de parir. Un personaje que no duda en echar mano a cualquier recurso –léase, literalmente, cualquier recurso- con tal de volver al poder para zafar de la cárcel y del código penal y para sentarse nuevamente encima de la fortuna que piensa robarse.

Los argentinos no podemos caer más en estas trampas a las que nos tiene acostumbrados esta señora y sus secuaces, del mismo modo que debemos desenmascarar a los demagogos de la protesta social que, encabezados por Victoria Donda, pretenden desempolvar un viejo proyecto de ley contra la “criminalización de la protesta” cuyo verdadero objetivo es dar vía libre a la “protestización del crimen”, esto es disfrazar de “protesta social” lo que no son más que hechos delictivos producidos para robar o destruir propiedad ajena.

Dar vía libre a un proyecto de esa naturaleza eximiría de pena y hasta de mera investigación a quienes, disfrazados de “protestadores sociales”, se afanen el cajero automático de un banco con todo el dinero adentro en medio de una “movilización social” en reclamo de cualquier huevada.

Basta. La Argentina y los argentinos debemos aprender a decir basta a estos aprovechadores que se envuelven en la bandera para permanecer en los sillones desde los cuales no hacen otra cosa que robar. Debemos aprender a distinguir quiénes son los que defienden los intereses reales del pueblo de aquellos que utilizan al pueblo para defender sus propios intereses. Hemos estado, lamentablemente, llenos de ellos durante mucho más tiempo que el recomendable.

Ha llegado la hora de ponerlos a la vista de todo el mundo y de enviar una fuerte notificación a sus mentes para que sepan que ya no estamos dispuestos a creer en sus versos demagógicos. Solo con esa concientización la Argentina lograra salir del asedio populista y de la vulgaridad política. Solo así podrá ingresar en el concierto de naciones civilizadas donde la que gobierna es la ley y no el capricho ególatra de una persona que cree que el sol sale de su ombligo.

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