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Ahora empieza el baile

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Ahora que Dujovne habló empiezan los chirridos. Era lógico. Son los números reales los que determinarán de modo real y concreto lo que el presidente solo esbozó metafóricamente: “todos deberán ceder un poco”.

La Argentina es un país envuelto en un círculo vicioso complicado derivado de dos aspiraciones sociales completamente contradictorias: 1.- La aspiración a que el Estado se encargue de nuestra suerte; y 2.- La aversión a pagar impuestos.

Esta conformación psíquica de nuestras mentes ha dado como resultado una enorme economía informal en parte provocada porque no queremos pagar impuestos (lo que ocasiona que muchos efectivamente no los paguen) y en parte porque (debido a ello) muchos se han visto en la “obligación” de dejar de pagarlos para no perecer.

La contrapartida de esta anomalía ha provocado que la presión impositiva del Estado aumente geométricamente sobre los contribuyentes registrados y ese hecho, a su vez, hace que éstos deban trabajar casi dos tercios del año para pagar impuestos sin tener capacidad de consumo ni de inversión.

Se trata de un país que se está matando a sí mismo para alimentar la fantasía de que es efectivamente posible crear una superestructura que nos dé comer en la boca pero que al mismo tiempo no nos cueste nada.

Esta fantasía ha derivado en un país que gasta muchísimo más de lo que genera, produciendo un agujero fiscal enorme que se viene acumulando desde hace décadas. El país ha financiado ese rojo en las cuentas básicamente de tres maneras: a) emitiendo dinero sin respaldo; b) pidiendo prestado y c) robando los ahorros de la gente cuando ni la emisión ni la toma de deuda alcanzan.

Resulta francamente sorprendente cómo los argentinos -que se creen tan vivos- estén dispuestos a sufrir confiscaciones consuetudinarias que les hacen perder todo lo que tienen, a cambio de creer que, durante años, reciben más de lo que producen trabajando.

Durante esos años de ilusión creen que son Gardel; que trabajan por 10 mientras reciben por 100. Pero cuando todo estalla piden “que se vayan todos” como si ellos no tuvieran nada que ver.

Otro dato curioso de la psicología argentina es la queja por la consecuencia de lo que quieren. Me refiero a la inflación. Este fenómeno no es otra cosa que el efecto del déficit y de la consecuente pretensión de financiarlo con la impresión de billetes. A su vez el déficit es la consecuencia de la aspiración a vivir por encima de las posibilidades reales.

Muchos de los gobiernos de los últimos 80 años han incentivado esta fábula. Concretamente le han hecho creer a los argentinos, con un indiscriminado uso y abuso de la demagogia, que alguien que no eran ellos iba a pagar por la fiesta. Fue el resumen del peronismo, del menemismo y del kirchnerismo.

El gobierno del presidente Macri debe caminar por un desfiladero estrecho en donde de un lado lo acechan las costumbres y las malas prácticas arraigadas de los argentinos y del otro los números fríos que ya le notificaron que volverá a ocurrir lo mismo de siempre si no se hace algo con el fondo del problema mientras haya tiempo para hacerlo.

Son decenas de miles los intereses cruzados por este engendro: cuando toco un palito chino se me cae el otro y mientras atajo éste se me mueve el de más allá. Pero solo hay una verdad: el presidente deberá ser franco en la exposición del problema y la oposición deberá hacerse cargo de las responsabilidades que tiene en el hecho de que la Argentina haya llegado a este estado.

Seguramente la reunión de trabajo con los gobernadores prevista para el 9 de noviembre generará una serie de ruidos, quejas y quizás, incluso, acusaciones.

Pero son ellos junto a un puñado de legisladores los que tendrán que tomar conciencia de la gravedad verdadera de la situación y que las medidas para intentar solucionarla hay que tomarlas ahora.

El plan de reforma tributaria a cinco años ya ha sido criticado por muchos que dicen que a este paso tardaremos 40 años en equilibrar las cuentas. Pero también han arreciado las críticas de aquellos que dicen que para ellos tiene un costo impagable.

No hay dudas que un primer gran paso será admitir el origen psicológico del problema. Los derivados prácticos y técnicos que ha tenido el origen son solo eso: un derivado. Pero la causa real del problema está en nuestras mentes. Es de allí de donde debemos extirpar la bacteria que infecta todo el organismo. Esa bacteria se llama “relación entre lo que haces y cómo te va en la vida”. Si por efecto de ese virus vamos a seguir creyendo que podemos vivir proporcionalmente mejor del esfuerzo que hacemos, se seguirán produciendo fugas que primero pagará alguien más que otros y que, luego, inexorablemente, pagaremos todos.

La cuenta de 8 millones que paguen los cheques de 20 millones es una cuenta agotada. Lo único que resta saber es si el gobierno y la oposición serán capaces de armonizar un plan justo y equilibrado que permita salir de esa lógica suicida. Obviamente que la sociedad deberá aprender que no hay “almuerzos gratis”. Pero también será la hora de averiguar si hay en la dirigencia argentina restos de grandeza verdadera o si seguimos estando en manos de los mismos chantas de siempre.

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